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Castillo de Olite
Érase una vez un Reyno llamado Navarra cuyos pobladores, mayoritariamente agricultores y ganaderos, habitaban en pequeñas aldeas. Su situación fronteriza, hizo que los sucesivos reyes medievales se consagraran a la construcción de plazas-fortaleza, recintos amurallados, atalayas y castillos. De norte a sur y de este a oeste, Navarra desplegó su defensa a base de fosos, matacanes, saeteras, garitas y puentes levadizos.
A pesar de contar con más de un centenar de bastiones defensivos, Navarra fue perdiendo sus fortificaciones poco a poco. Pero algunos de estos castillos y fortalezas resistieron el paso del tiempo y los avatares de la historia, y han llegado, por suerte, hasta nuestros días.