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La ciencia demuestra que la viticultura heroica tiene más de 1.000 años
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Los bancales de la Ribeira Sacra, ubicados en laderas de pendientes vertiginosas a orillas de los ríos Miño y Sil, configuran un paisaje hermoso e inconfundible de viñedos, tan característico de esta región de Galicia. Varios documentos históricos ponen en relieve el papel de las órdenes monacales de los monasterios en la expansión del cultivo de la vid en esta y otras muchas comarcas gallegas. Ahora, gracias a una investigación sin precedentes, sabemos también que la viticultura heroica de la Ribeira Sacra se remonta, al menos, al siglo X, por lo que tendría cerca de 1.100 años de antigüedad.

Los bancales, socalcos, muras o pataos (la denominación más común en la zona) son un ejemplo de adaptación del ser humano a la geomorfología de la zona para el aprovechamiento agrícola del suelo. Mediante la construcción de estos muros de piedra, configurando terrazas, se hace un aprovechamiento óptimo del terreno que posibilita salvar las fuertes pendientes, evitar la erosión del suelo y conservar el calor del sol.

Así, este modo de salvar el terreno y cultivar la vid lleva emparejado, de manera inevitable, un duro trabajo manual de los viticultores y viticultoras de la Ribeira Sacra. Sin apenas maquinaria y sin ninguna ayuda más que su propio esfuerzo, hombres y mujeres realizan todas las labores vitícolas necesarias, desde la poda de invierno hasta la vendimia. Por ello, se denomina “viticultura heroica” a este cultivo milenario de la vid que, además, apenas ha cambiado a lo largo de los siglos.

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Más allá de su importancia agrícola, los bancales de la Ribeira Sacra son protagonistas en la configuración del paisaje, en combinación con masas forestales, pequeños núcleos poblacionales, grandes rocas, meandros y un buen número de monasterios. Y es que, como ahora sabemos, los pataos llevan muchos siglos presentes en la región, y son parte indiscutible de la historia y el paisaje de este lugar único en el mundo. Un paisaje cultural que ha sido declarado Bien de Interés Cultural (BIC) por la Xunta de Galicia, un paso imprescindible para que la zona pueda ser declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

La investigación llevada a cabo se enmarca dentro del proyecto arqueológico “Adegas da Memoria”, que se desarrolla en la parroquia de Vilachá de Salvadur, en el municipio de A Pobra do Brollón (Lugo). Aquí se hallaron, en 2019, un enterramiento y una lauda funeraria con una inscripción también del siglo X. En este mismo lugar se han tomado muestras de los bancales o pataos para su datación mediante el método del carbono 14. Un total de 110 muestras recogidas procedentes de cinco sondeos realizados en diferentes altitudes y orientaciones de esa ribera del Sil.

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Los resultados han mostrado que los bancales más antiguos de la parroquia de Vilachá de Salvadur, y en los que todavía se realiza el cultivo de la vid, se levantaron durante el período altomedieval, en el siglo X, y antes de la implantación de la orden del Císter. Otros bancales de la zona datan del siglo XII, por lo que los investigadores creen que se corresponden con una fase de expansión del cultivo. Mientras que un sondeo más puso de manifiesto la presencia de bancales del siglo XIII que muestran una reorganización de las terrazas, probablemente en busca de una mayor productividad de los terrenos. Los estudios también han revelado que en el siglo XVI se volvieron a construir nuevas terrazas de forma intensa.

Los investigadores que han llevado a cabo este proyecto creen que las conclusiones de esta investigación son extrapolables a toda la Ribeira Sacra, aunque ello sólo se podría determinar ampliando los ensayos a un número representativo de zonas de muestreo en toda la región. De ser el caso, es probable que se alcancen nuevos conocimientos muy reveladores en un futuro próximo.

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Algunos interpretan este hallazgo como una prueba de que el origen romano del cultivo de la vid en terrazas no es más que un mito, pero lo cierto es que estos estudios no niegan que hubiese bancales en épocas anteriores, de los cuales puede no quedar ya constancia física. Otros estudios llevados a cabo en los lagares rupestres de Galicia, han mostrado que algunos de ellos datan del siglo II, según pruebas de carbono 14, por lo que es probable que lo romanos también expandieran el cultivo de la vid y la elaboración de vinos mucho antes que las órdenes monacales. Si bien es cierto que, concretamente en la Ribeira Sacra, los romanos estuvieron con toda probabilidad más interesados en la extracción de oro que en la elaboración de vino.

Sea como sea, no hay duda de que la historia vitivinícola de Galicia es muy extensa y que todavía nos quedan muchas cosas por descubrir. Hallazgos como este contribuyen a un mayor entendimiento de cómo se realizaba el cultivo de la vid hace mil años y que, además, no era muy diferente a cómo es hoy en día la viticultura heroica de la Ribeira Sacra. Sin duda, este conocimiento debe poner aún más en valor los vinos y viñedos de esta denominación gallega, pero también su historia, su cultura y su paisaje.




Uno de los mayores tesoros jamás encontrados en Europa, oculto durante 4.000 años en Caldas de Reis
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Algunos de los más legendarios tesoros de la historia de la Humanidad jamás han sido encontrados: El Santo Grial, la tumba de Nefertiti y la de Cleopatra, el Tesoro de los Templarios o la ciudad perdida de Paititi son algunos de ellos.

Mientras, otros han sido hallados por pura casualidad: la Tumba de Tutankamón, la Piedra Rosetta, los Manuscritos del Mar Muerto o la Venus de Milo han sido algunos de los grandes tesoros descubiertos por pura suerte. Uno de los mayores de la Edad de Bronce descubiertos en toda Europa fue encontrado en Galicia, y su hallazgo también fue completamente casual, mientras se adecentaba un terreno para plantar viñedos. Esta es la

extraordinaria historia de un descubrimiento que se convirtió en uno de los mayores tesoros de la prehistoria jamás encontrados en Europa: El Tesoro de Caldas, 27 kilogramos de oro puro.

Caldas de Reis es un municipio perteneciente a la provincia de Pontevedra con una gran historia detrás. Llamado así porque fue el lugar de nacimiento, en el año 1105, del Rey Alfonso VII “El Emperador”, un hecho de tal relevancia que conllevó el cambio de nombre de la ciudad en honor de tan importante personaje.

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Fue aquí, en Caldas, cuando en diciembre de 1940 en un lugar conocido como “As Silgadas”, un grupo de personas trabajaba haciendo agujeros en la tierra para postes de piedra, necesarios para el viñedo que se iba a plantar.

Una de estas personas introdujo una barra de hierro en el suelo y cuando la sacó observó una lámina dorada. Volvió a introducir la barra y al retirarla salió un aro dorado de grandes dimensiones. Avisó a sus compañeros y procedieron a retirar la tierra cuidadosamente.

A unos 20 centímetros de la superficie se encontraron con una serie de objetos que se encontraban directamente enterrados en el suelo. Los objetos tenían un peso total de unos 27 kilogramos y estaban realizados en oro de una pureza extraordinaria. Habían descubierto uno de los mayores tesoros de la Edad de Bronce de toda Europa.

Pero, tras varios años de Guerra Civil, eran tiempos de carencias, así que decidieron que lo mejor era vender el tesoro en el mercado negro y no dar parte a las autoridades. Posiblemente ignoraban que por ley les correspondía legalmente la mitad de lo encontrado, aunque fuera en un terreno ajeno. Nadie les habría quitado su tesoro, pero el miedo y quizá la ignorancia, los llevó a tomar una decisión que cambiaría para siempre sus vidas.

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Así que llegaron a un acuerdo para repartirse el botín en partes iguales, ocultar el descubrimiento y comenzar a vender las piezas clandestinamente.

Pero a los pocos meses, a la Guardia Civil le llegaron algunos rumores que circulaban por la ciudad. Al parecer había personas que iban diciendo por las tabernas que en sus casas bebían con vasos de oro, levantando las sospechas de las autoridades que acabarían por descubrir el ocultamiento, deteniendo a todos los implicados y a los intermediarios que les habían ayudado a vender parte del tesoro.

En junio de 1941 se recuperaba lo que aún quedaba del tesoro, 14 kilos y 900 gramos. El día 21 de ese mismo mes se depositó en el Banco de España en Pontevedra.

Las piezas recuperadas demostraban que los artesanos que las habían fabricado lo habían hecho con los pesos y medidas del estándar fenicio, el predominante en aquella época, por lo que fueron elaboradas para el mercado internacional. Aunque posiblemente nunca sabremos por qué se enterraron estos objetos ni por qué nunca se recuperaron.

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Además, según los estudios realizados, el oro que lo compone es de gran pureza, lo que implica que es oro recogido en ríos. Se estima que, para conseguir tal cantidad de oro, hicieron falta casi veinte personas durante todo un año bateando las arenas de los ríos en busca del preciado metal, lo que representa, además de una acumulación de oro excepcional, una ingente cantidad de recursos, tiempo y mano de obra.

En la actualidad, en una vitrina del Museo de Pontevedra podemos admirar un conjunto de oro puro compuesto por tres vasos, un peine, 28 anillas macizas, 3 barras y 6 fragmentos laminados. 14,9 kilos con valor material, con valor simbólico y con valor histórico, que conforman uno de los mayores tesoros conocidos de la Prehistoria jamás descubiertos en Europa: el Tesoro de Caldas.

Los expertos siguen sin explicarse cómo es posible que, en la Edad de Bronce, hace casi 4.000 años, una pequeña y aislada comunidad del noroeste de la Península Ibérica, que vivían casi incomunicados del resto del mundo, tuvieran artesanos capaces de trabajar de manera tan rentada y extraordinaria el oro. La respuesta es fácil: Eran gallegos. Y seguimos siendo extraordinarios.

En 1943 Pedro Barrie de la Maza fundaba Fuerzas Eléctricas del Noroeste, una de las mayores empresas de Galicia, más conocida como Fenosa. Entre todos los proyectos que ejecutó quizá el más sonado fue el del embalse de Belesar, el más grande y moderno embalse de Galicia y, en aquella época, de toda Europa. Las obras comenzaban el 19 de agosto de 1957 y se prolongaron durante más de cinco años, con casi 6.000 personas trabajando para construir un salto de agua que necesitó 245.000 toneladas de cemento Portland para ser levantado. Fue inaugurado el 10 de septiembre de 1963, pero el avance tecnológico y el progreso también trajo problemas. El nuevo pantano anegó una extensión de 2.000 hectáreas, dejando bajo sus aguas para siempre viñedos, monumentos y pueblos enteros y con ellos las historias y recuerdos de miles de vecinos. Entre aquellos históricos lugares que el río Miño se tragó, había una extraordinaria fortaleza con siglos de antigüedad, un lugar fundado por un cónsul romano, el único lugar de Galicia que resistió el ataque de las hordas vikingas y que aún hoy, cuando el nivel del embalse desciende, podemos admirar en toda su majestuosidad: Castro Candaz, la milenaria e inexpugnable fortaleza gallega que se esconde bajo el Miño.

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La bajada de las aguas del embalse ha renovado la curiosidad por la historia de este lugar, que se mezcla a menudo con leyendas populares y tradiciones inventadas.

Castro Candaz está situado en la desembocadura en el Miño de los ríos Lama y Eviande, en el municipio de Chantada. Este inexpugnable promontorio se puede observar cuando el nivel de agua del embalse lo permite e incluso se puede visitar cuando las aguas están por debajo del 25% de su capacidad.

El emplazamiento de Castro Candaz resulta, cuanto menos, curioso. Está situado en una zona con visibilidad muy limitada y bastante alejado de cualquier núcleo de población. Quién sabe el motivo por los cuales los antiguos habitantes de Galicia eligieron esta ubicación para la construcción de un poblado castreño. El promontorio tiene forma de monte cónico y está rodeado por agua por tres de sus lados. Solo uno de ellos estaba unido a tierra, lo que lo convertía en inexpugnable.

Su estructura dispone de un foso que desciende hasta una zona en la que posiblemente existió un puerto fluvial en un Miño navegable hace siglos. La fortaleza consta de dos grandes zonas: un gran patio principal al que se accede por una rampa y tras él otra zona más alta mejor preservada como fortificación, en la que se puede ver una impresionante muralla alrededor de los cimientos de una torre de la que no conocemos su antigüedad pero que se antoja milenaria.

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Las crónicas nos cuentan que el fundador de Castro Candaz como fortaleza fue un cónsul romano afincado en Lugo, Lucio Cambero, que decidió construir sobre los restos del castro una fortificación típicamente romana, en un lugar que parecía totalmente inexpugnable y que sería la cabeza de todos los asentamientos romanos de la región.

Y cumplió su papel con creces. O al menos eso es lo que nos cuenta una de sus leyendas.

Durante una de las legendarias oleadas vikingas que asolaron Galicia, Castro Candaz fue la única fortaleza atacada que resistió sus ataques. La horda normanda había arrasado Chantada, obligando a los nobles y al pueblo a refugiarse en el enclave fortificado del Miño, que en aquella época pertenecía a la noble familia de los Erice. Allí, soldados y familias resistieron heroicamente el asedio hasta que un día Ramiro I, el rey de Asturias y Galicia llegó con sus tropas en socorro de los sitiados, venciendo a los invasores en una mítica batalla en un lugar cercano que hoy en día se conoce como Camporramiro.

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La leyenda cuenta también que desde Castro Candaz el rey dirigió todas las operaciones destinadas a expulsar a las hordas vikingas del reino.

La gran pregunta es, ¿sabemos si esta legendaria historia es cierta? No lo sabemos, tan solo tenemos indicios e hipótesis. La mayoría de las fortificaciones de la época estaban pensadas para guarniciones pequeñas, pero Castro Candaz disponía de un patio previo enorme, algo nunca visto en los castillos gallegos, en el que se podrían haber resguardado de los enemigos muchas personas, lo que nos podría hacer pensar que la historia de la resistencia contra los vikingos podría haber sido posible, acercándose más a la realidad que a la leyenda.

La fortaleza de Castro Candaz sería destruida durante las Revueltas Irmandiñas y reconstruida posteriormente por la familia Taboada, como parece indicar la carta que enviaron en 1474 al obispo de Lugo pidiendo permiso para construir allí una ermita en la que poder ir a misa sin alejarse de su fortificación.

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Y como buen lugar legendario, su historia está llena de leyendas ancestrales. Algunas de ellas cuentan que en su interior se esconden fabulosos tesoros a los que se puede acceder mediante dos entradas subterráneas que en la actualidad se encuentran ocultas bajo las aguas del Miño. Sean ciertas o no las leyendas, los mitos y las historias, la realidad es que este lugar fue un centro simbólico de poder, además del corazón de la soberanía de la Ribeira Sacra. Y algo mágico debe de haber, porque solo con admirar cómo emerge de las profundidades de Belesar es en sí mismo un tesoro y un espectáculo que ya merece la pena ver.


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