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Elorrio y los Tercios de Flandes

  • Foto del escritor: disanti -
    disanti -
  • 20 oct 2022
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 4 nov 2022

Fundada a mediados del siglo XIV, tan sólo cien años después fue prácticamente arrasada por un gran incendio, hecho que propició la progresiva renovación de las antiguas casas de madera por construcciones realizadas en piedra, dando lugar a un extenso y rico patrimonio de palacios y residencias de linaje que podemos disfrutar aún en la actualidad, haciéndose valer en 1964 su casco urbano como Conjunto Histórico-Artístico.

El Fuero de Bizkaia de 1526, que convertía en hidalgas a las familias de esta circunscripción, provocó que muchas de ellas colocaran sus blasones en las fachadas de sus casas, conservándose aún 69 de ellos hoy en día, razón por la cual Elorrio se ha venido llamando, con fama merecida, La Villa de los Escudos.

Un rico patrimonio generado por las riquezas que producía el comercio que desempeñaban algunas familias con América, pero también gracias a la importante industria de armamento ligero que se desarrolló, de manera más notable, en los siglos XVI y XVII.

Todo tipo de armaduras, espadas, armas de fuego, cañones, lanzas y, sobre todo, las afamadas picas que empuñaban los Tercios españoles en Flandes convirtieron a Elorrio en el principal proveedor armamentístico de los ejércitos de Carlos V y Felipe II y contribuyeron de manera decisiva a la creación de uno de los mayores imperios de la historia.

Desde finales del siglo XV y durante los siglos XVI y XVII, la villa de Elorrio jugó un papel decisivo en la fabricación tanto de armas blancas como de fuego. A finales del XVI Elorrio contaba con una importante industria dedicada a la fabricación de picas y lanzas: no en vano los lanceros de esta población eran de renombrado prestigio. En un informe de 1575 se indica que salían mensualmente de sus fraguas 3.000 picas y 1.500 lanzas. Este armamento tenía como destilo las tropas imperiales de Carlos V y Felipe II, entre estas, los Tercios de Flandes.

Las populares picas podían superar los seis metros de longitud, aunque en los Tercios Españoles la medida reglamentaria habitual era de 5,42 metros y 4,17 m. Para poder fabricarlas se necesitaban grandes cantidades de madera de fresno, razón por la cual en los montes de la zona de Elorrio existía una gran masa forestal de esta especie. Por derecho propio, Elorrio ha jugado un papel decisivo en el devenir del país, por lo que se convertido en uno de los lugares con historia de España.

Pero en las factorías de Elorrio no solo se fabricaba armamento, sino también corazas, cascos, escudos y otros elementos propios de la defensa, a veces con destino a otros países. En mayo de 1555, Joan García de Leaniz, natural y vecino de Elorrio, firmó una carta de compromiso con cinco maestros armeros para la fabricación de 1.500 coseletes (armaduras completas) con sus respectivas celadas (cascos) para ser entregados al rey de Portugal, Juan III el Piadoso.

Unos versos en euskera -totalmente desconocidos hasta entonces-, publicados en Sevilla en el año 1619. En estos versos se mencionan algunos lugares del País Vasco y su relación directa con la elaboración de armas y, cómo no, son citadas la villa de Elorrio y sus picas.

Dicen así: “Elorrion eguiten / millares lanceaq, / punta sorrotsarequin / guessiaq, ascoeaq”. Que traducido al castellano vendría a ser: En Elorrio se hacen / lanzas a millares / con la punta afilada / flechas, azconas. Y las lanzas mencionadas, no son otras que las famosas picas elorrianas, aquellas con las que se abastecían los ejércitos -tercios- de los Habsburgo para su uso en diferentes batallas por toda Europa y el mundo. La mejor estampa de las picas elaboradas en Elorrio la podemos apreciar, de manera singular, en la gloriosa pintura “La rendición de Breda”, obra de Velázquez y, curiosamente, más conocida como “las lanzas”. Y diferentes y claras pruebas de ello son el gran número de vecinos de Elorrio que se dedicaron en aquel tiempo a la profesión de “lanceros”; la cantidad de molinos y ferrerías que existieron esparcidas por las cercanas “barriadas” de la villa; los numerosos bosques de fresnos -mencionados en tantos y tantos testamentos elorrianos de la época-, con cuya madera se elaboraba la base de la pica, el perfecto agarradero, con una media de 4 metros de longitud; y la existencia de una lonja, de la que se desconoce su ubicación exacta, en la que anualmente se almacenaban -como nos recuerda la “canción”- miles y miles de picas.

Todos hemos visto películas de la época medieval en la que se colocan barricadas de troncos y ramas afilados, clavados en una elevación del terreno para frenar a la caballería.

La pica es la versión móvil de estas barricadas, no es un arma ofensiva, es para frenar a la caballería y que no pase a galope arrasando y pisoteando a tus tropas.

En la Edad Media lo usual en caballería era la caballería pesada, tanto caballeros como monturas llevaban protecciones en la batalla y estos eran señores dedicados a la guerra. Las tropas regulares no existían en esa época y hay que tenerlos bien puestos y un considerable entrenamiento anterior, para mantener tu sitio cuando escuchas el galope y los ves acercándose mientras notas cómo el suelo tiembla debajo tuyo, en el momento en que alguien rompe la formación, ya hemos caído.

Solo los Tercios Españoles (un ejército bien entrenado y ya en la Edad Moderna) fueron capaces de mantener esa piel de erizo bien enhiesta y repeler las cargas de caballería.

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