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San Miguel de Arretxinaga

  • Foto del escritor: disanti -
    disanti -
  • 20 oct 2022
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 3 nov 2022


Pintoresca ermita barroca que cuenta en su interior con tres grandes rocas de más de 40 millones de años que, sujetas entre sí, forman una especie de pequeña capilla


La ermita de San Miguel de Arretxinaga constituye un ejemplo único entre los templos del País Vasco y es una rareza también en el ámbito de la Cristiandad Occidental. El edificio no se reviste de espectacularidad, ya que, se concibe como un mero receptáculo para lo que guarda en su interior.

Etimológicamente Arretxinaga significa «lugar o sitio donde yacen o están echadas las piedras». Esta interpretación describiría el fenómeno geológico que guarda la ermita y que tanto llama la atención. Dicha manifestación geológica, denominada en Mineralogía proceso hidrotermal y que tuvo lugar hace unos 40 millones de años.

El origen de esta ermita está ligado a la corriente espiritual que se desarrolló en la Alta Edad Media. En la Baja Edad Media, cuando se fundó la villa de Markina en 1355, se decía que la iglesia de Xemein había quedado abandonada porque sus feligreses frecuentaban otro recinto religioso, tal vez el recinto de Arretxinaga. En 1451, en un pleito sobre jurisdicción que tuvo la anteiglesia de Xemein con la villa de Markina, se menciona la existencia de la ermita. Asimismo, en 1541, se hacía constar que la fundación de la ermita era inmemorial y que había tenido ermitaños y entonces tenía freilas (religiosas de orden militar) que cuidaban de ella. En 1631 no había ermitaños ni freilas, pero seguía existiendo la casa destinada a su habitación.

El mayor interés de esta ermita -verdaderamente, un caso exótico- se debe al curioso fenómeno de los tres peñascos que se sostienen entre sí creando una especie de capilla. Es una rareza natural, fruto de la descomposición de rocas, en torno a la cual se desarrolló el culto a San Miguel. Los espacios centrados son frecuentes en el culto cristiano, especialmente para venerar reliquias; a esa categoría se han elevado las tres piedras de Arretxinaga que, sumadas a la sugerente advocación a San Miguel, dotan de un halo de misterio al conjunto. La tradición popular alimenta la leyenda de que si un mozo quiere desposarse antes de un año deberá deslizarse tres veces por debajo de los peñascos de la ermita.

El templo fue levantado para abrigar esta curiosa formación geológica a la que se había otorgado un carácter sagrado. El interior se ilumina por medio de vanos, adintelados por el exterior y escarzanos por el interior, ubicados en cada pared del hexágono y el techo lo forma una cúpula compuesta de 6 piezas que se unen en el centro.

Concretamente, el altar de la ermita cuenta con una suerte de baldaquino formado por tres grandes bloques de piedra cuarzosa, sin forma específica y sin signos de haber sido trabajado por el ser humano. Varios autores han intentado explicar la presencia de estos elementos en el lugar a través de su identificación con un dolmen prehistórico que, con la entrada del cristianismo, habría sido consagrado y asimilado en la nueva religión. Sin embargo, los geólogos coinciden en que la formación no es más que un capricho de la naturaleza, perfectamente explicable en el contexto geológico del lugar.

¿Por qué la primitiva ermita se edificó en torno a las piedras? Debe ser la única iglesia en el mundo en la que unas piedras, y encima tan enormes, son las protagonistas absolutas. La actual ermita de planta hexagonal evidencia que se edificó así con el propósito de albergar las piedras cómodamente y para que se pudiera deambular a su alrededor.

Las opiniones sobre el origen de la ermita se pierden, como ocurre con tantos otros lugares por falta de documentación, pero la mayor parte de los investigadores se inclinan a creer que el culto a la curiosa formación rocosa se remonta a miles de años y que ya en la Alta Edad Media pudo ser lugar de oración y retiro de ermitaños.

Los ritos y tradiciones que envuelven al lugar son variopintos. Pío Baroja cuenta la leyenda de que los solteros que pasan por el hueco que hay debajo de las tres grandes piedras se casan dentro del término del año. Por su parte, A. Humboldt (Naturalista y explorador alemán) en su viaje de 1801 recogió las tradiciones orales que asignaban un carácter milagroso a las citadas piedras, cuyo contacto directo permitía curar enfermedades. José Amador de los Ríos (historiador y arqueólogo) concluía que “nos sentimos por cierto muy inclinados a creer que las tres piedras de San Miguel de Arrechinaga formaron en realidad una construcción megalítica, ajena del pueblo celta”.

Wilhelm Baer, autor de una interesante obra sobre el hombre prehistórico, hace una referencia a San Miguel de Arrechinaga como ejemplo de transformación de un dolmen pagano en un templo cristiano.

Para muchos es un santuario, es decir, un lugar al que se retira un penitente con vocación de santidad que adapta el lugar como altar en el que realizar sus oraciones y que, con el tiempo, se convertirá en ermita. Por tanto, tiene valor monumental y artístico, pero la disposición de las piedras que constituyen el soporte es puramente natural.

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