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¡Bienvenido a mi rinconcito personal! en mi blog voy a escribir y a mostrar mi estilo y opinión de todas las novedades, recomendaciones y contenido exclusivo.

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Todos los gallegos saben que la siempre eterna división entre Rías Altas y Rías Baixas salta por los aires a medio camino, donde el mar y la costa se unen en un mágico hechizo para hacerse llamar Costa da Morte.

Sus lugareños saben de mar porque llevan siglos e incluso milenios mirando hacia su horizonte. Ya los habitantes de sus castros, numerosos por estas tierras y muchos de ellos ocultos aún bajo pequeñas colinas, oteaban la línea para salvaguardarse de peligros e invasores.

No es extraño ver cada mañana en los pueblos costeros da Costa da Morte, a marineros que aún hoy no saben iniciar su jornada sin saludar a las aguas del Atlántico que tantos sueños se han llevado y tantas riquezas les han proporcionado.

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Nadie mejor que los habitantes de Costa da Morte conocen los secretos de un mar embravecido a veces y sereno y dulce en otras. Un mar que galopa, en días de temporal por los muros de puertos como el de Corme, el de Laxe o el de Malpica, moviendo con una fuerza descomunal grandes bloques y sorprendiendo, cada vez más, a sus gentes. Un mar sereno, dulce, armonioso que recibe a visitantes en verano y que esconde receloso fantasmas, misterios y leyendas sólo trasmitidas de padres a hijos.

Testimonios como los de las mujeres, cuyos hombres salen cada día a labrarse su futuro, y que los esperan al caer la tarde con capachos en los que depositar los quiñones de pescado que le corresponden y garantizar la economía familiar. Mujeres hechas, igual que los marineros, de una madera especial, con una piel curtida por el salitre y con una forma de ser condicionada por el mar: mariscadoras, rederas, artesanas, … todas ellas no dudan en contribuir al núcleo familiar, no sólo cuidando de sus hijos, sino sustentando buena parte de los ingresos familiares. Mujeres con iniciativa, tesón, actitud y, sobre todo, mucha voluntad.

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Queda para el final, los paisajes de la Costa da Morte; panorámicas nunca repetidas y siempre cautivadoras de escenarios como el Monte Blanco o los distintos faros que pueblan la Costa da Morte y que sirven de enlace entre tierra y mar. Paisaje también el de las Islas Sisargas, paraíso del descanso para las miles de gaviotas que cada noche se recogen en este archipiélago.

Rutas de senderismo, en las cuales el entorno y el simple placer del observar distraerán al caminante de los agrestes y salvajes caminos por las que discurren. Parajes escondidos al ojo del visitante, donde nunca llegará si no le lleva alguien.

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Playas y calas en las que el mar deposita sus más preciados tesoros, como cristales de mil y una forma, de mil y un color y recuerdos de los tripulantes y marinos que navegan frente a Costa da Morte. No se extrañe si encuentra algún mensaje en una botella, la mayoría de ellos procedentes de las costas estadounidenses y conducidos hasta aquí por las corrientes del medio del Atlántico.

Costa da Morte, hechicera y mágica, que guarda y defiende fiera y bravía secretos compartidos entre el mar y la tierra, sólo salvaguardados por sus gentes. Visitarla es una obligación, conocerla un privilegio.

¿Por qué Vigo se llama "ciudad olívica"? La historia de un olivo de unos cuantos siglos
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Los templarios se trajeron de Palestina de todo: restos de la cruz, clavos de la crucifixión, incluso hasta una de las hidrias que supuestamente había usado Jesús para convertir el agua en vino. La leyenda sobre ellos dice que allí encontraron el Santo Grial o el Arca de la Alianza, cuyo poder les convirtió en la organización más poderosa de su tiempo. Pero entre todo lo que se trajeron, también había productos para mejorar la vida en Europa, tales como el olivo. En el siglo XIII los templarios se dedicaban en Les Garrigues, Lleida, a la elaboración de aceite obtenido de aceitunas arbequinas, variedad que ellos mismos habían traído desde Tierra Santa. Se dice que de la oliva arbequina se extrae el mejor aceite del mundo, y en la actualidad, es el olivo más plantado en todo el planeta. La Orden del Temple se trajo otro olivo a una villa del Noroeste de la Península Ibérica, un olivo que con el tiempo se convertiría en un símbolo y daría nombre (o apellido) a una maravillosa ciudad gallega a la que aún hoy en día se le conoce de esa manera: Vigo, la ciudad olívica.

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La ciudad de Vigo fue conocida durante algún tiempo con el sobrenombre de “Ciudad de la oliva”, y actualmente se le conoce como “Ciudad olívica”. ¿Pero por qué? Pues todo empezó con los templarios, hace unos cuantos siglos.

Entre todas sus posesiones en la Península existía una en Vigo en la que plantaron, entre los siglos XII o XIII un maravilloso olivo, justo enfrente de la primitiva ermita original de Santa María, donde hoy se erige la Colegiata, en el actual Casco Vello, cuando regían la feligresía, posiblemente antes de la construcción del templo.

Con el tiempo los templarios desparecieron, pero el olivo se quedó, hasta que el 28 de marzo de 1813, durante unos festejos de celebración de la Reconquista, explotó un polvorín situado en el castillo de San Sebastián. Como consecuencia de la onda expansiva se derrumbó el techo y uno de los muros. La iglesia sufrió grandes daños, por lo que tuvo que proyectarse una nueva. El olivo, del que se contaba que alrededor de su tronco podían trabajar siete zapateros sin molestase entre ellos, también desapareció, aunque no lo hizo del todo.

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Manuel Ángel Pereira, Administrador de Aduanas e hijo político del alcalde Cayetano Parada y Pérez de Limia, decidió recoger una de sus ramas y la plantó en una propiedad que poseían en la Puerta del Sol, la Casa de Mora.

Y allí estaría hasta 1859. Ese año, en conmemoración por los 50 años de la Reconquista de Vigo, la familia donó el árbol a la ciudad, plantándolo en su ubicación actual en el Paseo de Alfonso.

En 1932 se produce el primer intento de concienciar a la población del simbolismo que representaba este árbol para Vigo. Para ello un conjunto de vigueses pusieron en marcha una suscripción popular con la que consiguieron recaudar lo suficiente para fabricar una verja de hierro fundido que realizaría la empresa Vulcano y que rodearía al olivo. La inauguración fue el 14 de agosto de 1932 y se instaló, además de la verja, una placa en la que aún hoy se puede leer: “Dentro de esta verja, ofrenda de los vigueses a su árbol simbólico, queda hoy depositada por ellos la promesa firme de su amor, de su lealtad y de su abnegación por la ciudad amada”.

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A partir de ese momento el viejo árbol pasó a formar parte de la historia local, se convirtió en uno de los símbolos de la ciudad y las autoridades locales se han preocupado de cuidarlo, protegerlo y mantenerlo.

Un esqueje obtenido por clonación de este olivo es entregado cada año a los Vigueses Distinguidos que se premian cada año en el homenaje celebrado el día anterior a la fiesta de la Reconquista.

En el año 2016 se plantaba un olivo bicentenario en la “Praza da Igrexa”, justo delante de la Colegiata de Santa María, en el mismo lugar donde la leyenda cuenta que estuvo plantado aquel olivo de los templarios que originó el sobrenombre de una de las célebres y más bellas ciudades de Galicia, la ciudad de Vigo, la Ciudad olívica.

La Orden de los Pobres Caballeros de Cristo del Templo de Salomón era aprobada oficialmente por la Iglesia católica en 1129 y su propósito original era proteger las vidas de los cristianos que peregrinaban a Jerusalén. Sus miembros se encontraban entre las unidades mejor entrenadas que participaron en las Cruzadas y los que no combatían gestionaban la compleja estructura económica de la Orden, que llegó a crear nuevas técnicas financieras que fueron el origen de los bancos modernos.

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Las Columnas de Hércules eran el límite geográfico situado en el estrecho de Gibraltar y que según la leyenda indican el límite del mundo conocido por los griegos en la antigüedad.

Heracles es un héroe de la mitología griega. Era hijo del Dios Zeus y Alcmena, una reina mortal. Del nacimiento de un Dios y un mortal nace un semidiós que se le conoce como Heracles.

Cuando alcanza la madurez cambió el nombre. En la mitología de Roma es cuando se le empieza a denominar Hércules.

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Hércules tenía que hacer algunos trabajos especiales ya que tenía una fuerza descomunal. El rey Tirinto fue el encargado de mandar a Hércules a realizar trabajos que no podría llevar a cabo cualquier otro humano.

Existe otra versión de la historia mucho más reducida que señala que Hércules era esclavo de Euristeo, pero este no tenía ninguna intención de liberar a Hércules ya que quería que siguiera realizando esos trabajos que no podía realizar cualquier humano. El objetivo principal de Euristeo era que el viaje de Hércules se complicará lo suficiente como para que muriera en el intento y no regresará jamás.

Su décimo trabajo fue buscar el ganado de Gerión. Durante este viaje pudo llegar a los confines occidentales por aquel entonces conocido como fin del mundo.

A lo largo de este trabajo que tuvo que realizar Hércules es donde tienen origen las columnas de Hércules.

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Muchas personas aficionadas a la mitología preguntan qué dónde se encuentran las columnas de Hércules. Por aquel entonces era el límite del mundo conocido para los navegantes del Mediterráneo la frontera a lo desconocido (el océano atlántico). El origen del nombre es Romano, Columnas Herculis, bajo el lema de «Non Terrae Plus Ultra», ‘no hay tierra más allá’, que indicaba el confín del continente. Las dos columnas se identificaban una el peñón de Gibraltar (columna norte) y la otra en Ceuta o en Marruecos (columna sur).

El rey Carlos I de España lo incorporó en su escudo de armas. Actualmente aparece en el escudo de España junto con la frase «Non Plus Ultra» (‘no hay más allá’).

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