


Hay suficientes datos que avalan la antigüedad de los oleiros o cacharreiros en estas tierras, que ya elaboraban las vasijas que contenían el vino que desde la Ribeira Sacra se enviaba a Roma en tiempos del Imperio.
El uso del barro se mantuvo en esta zona y era muy frecuente disponer de elementos de alfarería, tanto en el uso doméstico como comercial, siendo fácil encontrar en las ferias de la zona, gran variedad de piezas de barro: "meleiras" (cacharros para la miel), cántaros, pucheros, barreños, "xarros", (jarros para el vino, una de las piezas más populares), "cuncas" (tazas), también para beber el vino, "ámboas" (especie de tinajas pequeñas para el vinagre), escurre-cubas, etc. La mayor parte de estos cacharros, especialmente los que se dedicaban para contener y beber vino, eran conocidos como "cerámica negra", puesto que este era el color que se le daba mediante un procedimiento de ahumado, al que se añadía un vitrificado en su interior.
La producción proveniente de estos oleiros de Gundivós se interrumpió, casi hasta desaparecer, durante las décadas de los 5o y 6o, con la proliferación de los envases de cristal y plástico, pero a pesar de ello luego fue retomada, con ilusión, a partir de los 70, por un grupo entusiasta de oleiros de Gundivós, que volvieron a elaborar, con las técnicas y métodos tradicionales, las piezas clásicas, siendo muy apreciadas su presencia en las ferias artesanales y buscadas por los coleccionistas que disfrutan del arte popular.
