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Cedeira

Según consta en un manuscrito del Conde de Lemos fechado en el siglo XVI, Sir Lanzarote de Lago, el más grande de los caballeros del Rey Arturo, habría desembarcado en el puerto de Cedeira procedente de Bretaña, huyendo del amor que profesaba por la reina Ginebra. Manuscrito que la villa nos descubre a través de un enorme mural de cerámica ubicado junto a la casa consistorial.

Leyenda o no, paseando por el casco histórico de Cedeira no sería difícil imaginarse al noble caballero.

Dicen que el sol de la vida se esconde aquí cada noche, en su casa de mar, más allá de los acantilados de rocas afiladas como agujas y del faro de Punta Ardilosa, que marca el infinito a los navegantes de Cedeira.

Aquí tienen tanto arraigo las creencias que las gentes llegan, peregrinas, al santuario del Apóstol Andrés, para no tener que volver del más allá, una vez cumplido su ciclo final.

En esta Galicia de ría y mar, de bosques sagrados previos al reino verde del caballo en libertad, habitaron druidas y magos como Merlín, atraídos por la irremediable belleza de esta extraordinaria conjunción natural.

Hasta el caballero Lancelot buscó aquí refugio para evitar que se derramaran sus lágrimas de amor por Ginebra, la reina de Arturo.

Una vista de Cedeira y de su mágica ría, que aun siendo de las más pequeñas de Galicia, o precisamente por eso, tiene el hechizo del Atlántico embalsado en una costa singular y bella como pocas.

Cedeira cuenta con dos faros el de Punta de Robaleira. Fue construido dentro del Plan General de Balizamiento de 1858. El objetivo era auxiliar la entrada al puerto de Cedeira en caso de temporal. Para facilitar el trabajo de construcción, tanto los obreros como los materiales llegaban en lanchas desde Cedeira. Entró en servicio el 15 de julio de 1862, como faro de sexto orden, el mismo día que los faros de A Palma y monte Louro. Su luz blanca y fija se eleva a 27 metros sobre el nivel del mar y alcanza las 9 Millas Náuticas.

Punta Candieira que se encuentra a ocho kilómetros de la villa. Se accede por una carretera estrecha, empinada y llena de pronunciadas curvas. En el último kilómetro descenderemos desde los 230 metros de Monte Purrido hasta los 80 metros, altura donde se ubica el faro de Punta Candieira.

Esta agreste costa castigada por las más poderosas olas del Océano Atlántico es famosa, además de por su belleza natural, por sus percebes, manjar muy apreciado y que en estas rocas alcanzan su máximo esplendor.

Valdoviño

Municipio de Valdoviño, perteneciente a la comarca de Ferrol. La amplia zona costera que comprende hace que las olas formen parte ineludible de su paisaje y por eso a Valdoviño hoy la denominaremos cariñosamente "la mar de olas".Aunque popularmente se dice que su nombre proviene de Valle del Vino en realidad procede de Valle de Aviño, un arroyo de las inmediaciones. De hecho, no hay tradición vitivinícola porque la zona está demasiado cercana al Atlántico y a la influencia de sus aires. Esas brisas oceánicas, sin embargo, no impidieron el cultivo de un producto recién llegado de América, la patata.En el siglo XVIII Valdoviño fue pionero en su producción. Pero no son las patatas las que han dado fama a este municipio ferrolano sino sus olas, cotizadísimas entre los surfistas del mundo entero que se reúnen en la playa de Pantín donde se celebra una prestigiosa prueba anualmente. No es Pantín la única playa de Valdoviño atractiva para gallegos y foráneos.La fuerza y la pasión forman parte ineludible de la historia de este concello que nació oficialmente en 1836 con la unión de varias parroquias de las jurisdicciones de Trasancos y Cedeira. En 1.931 se proclamó la república en Valdoviño, convirtiéndose en el primer municipio español en asumir el nuevo régimen político. Hasta ese momento sus habitantes fueron testigos de manipulación en elecciones y encarcelamiento de alcaldes y concejales. Quizás a causa de estos antecedentes los de Valdoviño son fuertes, estoicos ante las dificultades. Y si necesitan olvidarse de sus preocupaciones no tienen más que introducirse en la Laguna de A Frouxeira, de gran valor ornitológico, auténtico refugio de aves que aprovechan su clima oceánico húmedo complementado con una débil sequía estacional. Sus temperaturas invernales en torno a los 8º y las veraniegas sobre los 20 hacen que diferentes especies la usen como hogar en alguna época del año. No deja de sorprender, por ejemplo, ver a Cormonares sobre las rocas, vigilando a diferentes ánades y pendientes del vuelo de las omnipresentes gaviotas. Los acantilados que forman la Punta de Frouxeira protegen la laguna de intromisiones externas, aunque ni siquiera el Faro o la Capilla de Nosa Señora do Mar consiguieron liberarla de compras, ventas y subastas desde 1856. La historia convulsa de Valdoviño sólo ha contribuido a conformar un carácter especial en esta zona lo que la hace todavía más atractiva. Quizás por eso no es de extrañar que se haya convertido en lugar de peregrinación para surfistas, epítome de la rebeldía, de la independencia, de la comunión con lo más salvaje del mar o del océano. Tan salvaje como Valdoviño

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