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Oia

La historia de Oya comenzó a girar en torno al Monasterio de Santa María de Oya, fundado por Alfonso VII en 1132 como abadía, siendo su primer abad Pedro de Incio. En 1185 adoptó la reforma cisterciense, sometiéndose a la abadía de Claraval la cual se incorporó en 1547 a la congregación cisterciense de Castilla. Dicho monasterio fue desamortizado y vendido a particulares en 1835, cuando la iglesia del monasterio se convirtió en iglesia parroquial.

En el interior de sus muros se reunieron monjes que previamente habitaban distintos puntos de la comarca. En 1185 pasó a formar parte de la Orden del Císter.

Gracias a su estratégica localización (único en la Península Ibérica que por su emplazamiento junto al mar añade a su condición religiosa un carácter estratégico militar.)

Santa María de Oia jugó un importante papel en la defensa de la costa. En 1624 los monjes lograron desbaratar un ataque de la flota turca, el que llevó Felipe IV a concederle al monasterio el título de "Real".

En 1912 fue arrendado a los jesuitas expulsados de Portugal, que permanecieron allí hasta 1932, cuando el gobierno republicano nacionalizó los bienes de la Compañía de Jesús.

Más tarde fue campo de concentración durante la guerra civil, pintadas de lápiz, en sus paredes recuerdan este episodio.

El horror de la Guerra Civil Española en el Monasterio de Oia. 1936-1939. «Las cifras son mareantes», el número de prisioneros que pasaron por el campo de concentración. «En febrero de 1939 aparecen registrados 1.400 presos, pero por las inscripciones que aparecen en las paredes, sabemos que en días posteriores llegaron más; a Baiona, los días 20 y 23 de febrero, llegaron dos barcos con 2.000 y 1.000 presos respectivamente», estas personas estaban hacinadas porque el lugar donde estaban prisioneras era un espacio que «podría acoger, aproximadamente, a 250 personas».

Oia esconde muchos rincones especiales y tesoros naturales. Que la historia ha dejado huellas en sus alrededores, algunas tan visibles como la batería de cañones Vickers 152,4 de fabricación británica. Los podéis ver en la carretera que comunica Baiona y A Guarda, a la altura del Faro Silleiro.

Tras la fachada defensiva se esconden una red de pasadizos que comunican los restos del antiguo cuartel y barracones con bunkers, construidos poco después de la Guerra Civil a manos del ejército Franquista.

Esta base militar cumplía la función de defender el puerto de Vigo. Años después y con la llegada de la democracia a España servía como recinto para realizar el servicio militar. Las instalaciones fueron abandonadas en los ochenta y se las considera definitivamente fuera de la red militar española.

Misterios y sufrimiento aparte, la zona es de una increíble belleza natural.

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