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Corcubion

El puerto de Corcubión tiene importancia desde tiempos antiguos. Los cronistas clásicos mencionan que la población prerromana de la comarca pertenecía a la tribu protocelta de los nerios.
Si los romanos llegaron a Fisterra (Finis Terrae) donde se situaba el Ara Solis, no puede sorprender la aparición de vestigios que dan fe de la presencia romana en Corcubión, por ser su ensenada el lugar más protegido y puerto natural de la ría.
A partir del siglo XIII, cuando los piratas dejan de llegar a las costas, la población comienza a instalarse al lado del mar.
A partir de la Edad Media es cuando comienza a conocerse bien la historia de Corcubión, cuando pasa a depender de los Condes de Traba y Trastámara. El antiguo pazo de los Condes de Traba es testigo de esta etapa.
Posteriormente pasa a depender de la casa de Altamira. Como reflejo de esta dependencia, tenemos en Corcubión el Pazo de los Altamira. En el “Compendio del Estado de Altamira” escrito en el año 1724 por Xosé Isla de la Torre, este relata que la villa tenía unos doscientos vecinos que vivían de la pesca de la sardina y del congrio, y que el conde de Altamira tenía un pequeño pazo, 56 casas y otras propiedades. El conde era también el que nombraba el juez y los cuatro regidores que gobernaban la villa. A partir del siglo XVIII se instalan industrias de saladura con capital de familias nobles y burguesas catalanas, actividad que se consolidó en el siglo siguiente. En la ría de Corcubión está documentada su presencia desde el año 1755.
Para defender la ría ante ataques del exterior se construye en el siglo XVIII el Castillo del Cardenal.
Esta fortificación forma pareja con el Castillo del Príncipe, en la Ameixenda (Cee), situado al otro lado de la ría, permitiendo, mediante fuego cruzado, la defensa de la ensenada de Corcubión. Una leyenda local habla de una cadena que uniría bajo el mar ambas fortificaciones. Esta cadena al ser tensada impediría el paso de las naves enemigas.
A principios del siglo XIX el pueblo de Corcubión luchó contra la ocupación francesa. En respuesta a esta resistencia, los ejércitos franceses incendiaron y saquearon la villa.
En la segunda parte del siglo XIX y principios del XX Corcubión tiene un resurgir que se refleja en la construcción de varios edificios modernistas. Así, podemos destacar la Casa Miñones, el edificio del antiguo Juzgado y las edificaciones burguesas que se encuentran en el paseo de Corcubión.
En la actualidad Corcubión es cabeza de partido judicial y concentra la mayoría de los servicios administrativos del extremo occidental gallego, sigue viviendo de la pesca y del marisqueo, pero también de la industria, la construcción y sobre todo del sector servicios que ocupa el 70% de la población activa. En la década de los sesenta la villa recibe varios galardones que premian su pulcritud y belleza destacando el premio estatal concedido por el Ministerio de Obras Públicas en 1964. En 1984 la villa fue declarada “Conjunto Histórico-Artístico” y en el año 2000 “Municipio Turístico Galego” por la Xunta de Gálica. En los últimos años, un auge del turismo atrae a la villa señorial de Corcubión a visitantes de todo el mundo.
Actualmente las calles de Corcubión son testimonio fiel de un importante pasado materializado en su rico patrimonio, donde lo religioso, lo civil y lo popular conviven en perfecta armonía.

O Pindo - Ezaro

La Cascada de Ezaro, es la única de Europa que desemboca en el mar, por lo que la convierte en un lugar insólito digno de visitar.

La cascada de Ezaro bien podría haberse convertido en un pequeño Niágara gallego. Por el granito pulido del monte Pindo bajaba el Xallas hasta el mar. Era el único río de Europa que desembocaba en forma de cascada en el océano. La estampa era espectacular. Aún lo es, si uno tiene la suerte de llegar a tiempo a verla. Porque el río Xallas ya no se descuelga a través de las rocas más que durante unas horas, para gozo de los turistas que coinciden allí, ya que se ha construido una presa y solo se abre a determinadas horas para no perder del todo esta maravillosa cascada.

Este embalse es el llamado "embalse de Santa Uxía". En él se encuentra, una central hidroeléctrica que fue causa de que desapareciese la cascada, uno de tantos ejemplos de estropicio medioambiental al servicio de la rentabilidad) cuyas compuertas se abren sólo en días y horarios concretos creándose de nuevo el espectacular salto de agua de más de 100 metros de altura —que aquí llaman cadoiro— y que cae en un pozo de casi 20 metros de profundidad, formando una ensenada que desagua en la playa de Ezaro, una de las más bellas de esta costa. Antes de que se construyera el embalse, ya existía esta cascada, que es la única de toda Europa que desemboca en el mar.

El Monte Pindo (también conocido como A Moa), es un macizo granítico de 627 metros de altura. Existen numerosas leyendas sobre este monte al que los historiadores románticos denominaron El Olimpo Celta.

El Monte Pindo domina las tierras del Fin del Mundo. El hogar de las deidades gallegas refleja, en su rosa vestidura granítica, luz y sombra sobre mar y gentes del Finisterrae. Son muchas las leyendas e historias sobre este lugar, que llegaron a causar interés entre intelectuales gallegos de la más variada ideología.

Nuestros antepasados sólo supieron explicar la fértil y curiosa geomorfología del Monte Pindo, plagada de relieves en moles de granito, mediante historias de deidades, esculturas, monstruos, gigantes míticos, y leyendas que llenaron de ilusión y orgullo a los habitantes de estas tierras, que transmitieron de padres a hijos durante siglos cuentos de tesoros fabulosos, hermosas princesas, rutas secretas, serpientes de siete cabezas, hadas encantas, sacrificios y ritos de fecundidad –que al parecer prevalecieron   hasta   tiempos   muy  recientes–  que dieron forma a tradiciones que sitúa en este lugar el monte sacro de los celtas. Obviando las leyendas, lo que sí se encontraron son numerosos restos arqueológicos como petroglifos, útiles de bronce, medallones, monedas, murallas y lo que parecen ser los restos de una antigua ermita.

Las leyendas tampoco se olvidaron del vecino paraje del río Xallas, pues se dice que detrás de esta cascada única en Europa, junto con los fiordos suecos, por caer sus aguas directamente sobre el agua salada del mar, existe una puerta mágica guardada por brujas que llevará debajo del río al joven que se atreva a pasar, pudiendo entonces casarse con una bella princesa encantada o poseer una enorme fortuna.

De lo que si hay certeza es que en el siglo X Sisnando (obispo de Iria Flavia) ordenó fortalecer el antiguo Castillo de San Xurxo en las laderas del monte, para proteger estas tierras de los continuos ataques de los piratas medievales. Diversas familias nobles de Galicia lo habitaron hasta que fue destruido en el año 1467 en las Revueltas Irmandiñas. Se dice que hace cincuenta años aún se podían ver parte de sus muros, destrozados por los buscadores de tesoros.

Presuntamente, otros dos castillos se encontrarían en este entorno, aunque no se conservan restos materiales determinantes y la documentación analizable es escasa, además de una inscripción en latín en una piedra aislada da fe de toda una época: “Reyes, obispos, presbíteros, todos por poderes recibidos de Dios, excomulgaron aquí este castillo”. Esta inscripción, aún hoy visible, hace referencia a la excomunión que en el año 1130 lanzó el arzobispo Diego Xelmírez contra el Conde de Traba, por tener prisionero en su castillo al arcediano de Trastámara.

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