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Laxe 

Hasta principios del S. XIX, Laxe se encontró ligada, junto con las tierras de Camariñas y buena parte de las de Zas y Muxía, a la jurisdicción de Vimianzo, dentro de la antigua provincia de Santiago de Compostela.
Desaparecida la orden militar y religiosa templaria, el rey Enrique II cede estas tierras a la estirpe de los Mariño. El 15 de septiembre de 1425 don Fadrique, duque de Arjona y conde de Trastámara, nuevo propietario de las tierras, se las da en dote a su prima doña Juana de Castro para casarse con don Rodrigo de Moscoso. Laxe pasa así a pertenecer a la dinastía de los Moscoso.
En el S. XIX, Galicia se dividía en las cuatro provincias que tiene actualmente, quedando Laxe adscrita a la nueva provincia de A Coruña. Posteriormente, pasó a formar parte del partido judicial de Carballo, situado en tierras bergantiñanas, lo que supuso su independencia de la Casa de los Moscoso.
Laxe, en la actualidad, está adscrita a la comarca de Bergantiños localizándose en el extremo occidental de la misma. Es uno de los municipios más pequeños en extensión de toda la provincia de A Coruña ya que solo abarca un total de 34,1Km2.

Playa de los Cristales, una misteriosa cala que seduce a los visitantes más curiosos atraídos por la historia que cuenta que la corriente devuelve a esta cala el cristal, ya pulido, que años atrás fue arrojado al mar por los vecinos de la zona.Miles de cristales de colores cubren el arenal dando un aspecto casi irreal de esta preciosa zona de Galicia. Un ejemplo de como la naturaleza ha sido capaz de transformar en hermoso algo tan incívico como utilizar la costa como vertedero de cristales.
Cristales de todos los colores se juntan con pequeñas conchas en este curioso rincón. Haz una parada, disfruta, saca fotos… pero recuerda: Está prohibido coger los cristales de la playa.
Caprichoso el mar, pudiendo arrastrarlos al fondo del mar o a otro lugar más inaccesible, nos los trae al mismo lugar de su origen, a la vista del atardecer.Formando La playa de los Cristales.

Camelle, emerge de un posible asentamiento de marineros vascos que andaban a la búsqueda de ballenas. En el siglo XVIII perteneció a los Condes de Altamira, con una docena de casas y la capilla de culto al Espíritu Santo.

Vinculada desde siempre al mar, en el siglo XIX y con el auge del sector pesquero, empresarios catalanes establecieron diferentes fábricas de salazón de sardina y congrio, junto con una estación de salvamento marítimo y un desguace de barcos hundidos.

Camelle es un pequeño y bello puerto marinero que conserva en sus calles el encanto de antaño. Estamos entrando en el corazón de la Costa da Morte, uno de los tramos de costa con más naufragios a nivel mundial.

Arou es un pequeño pueblo orientado a mar abierto en el corazón de la Costa da Morte, con una hermosa playa que en los meses de verano se llena de turistas y vecinos que toman el sol y se bañan en sus limpias aguas.

Históricamente, aunque hay poca constancia de ello, se cree que en Arou pudo existir algún castro debido a la existencia de agua y a la posición estratégica de los montes de alrededor que permite divisar todo el mar, protegiéndose así de posibles incursiones marítimas. Estos mismos motivos nos llevan a creer que también en la Edad Media hubo un asentamiento en la zona como lo demuestran los restos de una antigua ermita situada en el lugar donde hoy está la capilla de San Bartolo.

Camelle y Arou, posibles emplazamientos vikingos en la Edad Media, son los pueblos de la Costa da Morte que más naufragios han contemplado. Durante mucho tiempo, fue Camelle el centro de recepción de náufragos, de representantes de compañías de seguros, de personal de aduanas y de cónsules de varios países, ya que era en las oficinas de salvamento donde se practicaban las primeras diligencias.

Se ha relacionado, poco rigurosamente y con muchas dudas al respecto, el elevado número de naufragios en la Costa da Morte a una práctica históricamente documentada: la piratería de tierra. Los piratas de tierra, menos conocidos y populares que los de mar, actuaban principalmente en los finisterres celtas de Bretaña, Cornualles, Gales, Galicia e Irlanda. Mediante la colocación de antorchas en los cuernos de las vacas, se desorientaba a los barcos, algunos de los cuales naufragaban y esparcían por toda la costa su apreciada carga.

Camelle

La historia conocida de Camelle empieza a finales de la Edad Media Camelle se hizo junto a Malpica y Caión un puerto ballenero fundando por pescadores vascos. Alguno de ellos aun hoy en día se recuerdan sus nombres como García de Olaso e Sarrondo, naturales de Zarautz.

Igual que el resto de los pueblos de A costa da Morte, Camelle ha sido testigo durante toda su historia de numerosos naufragios, algo que da lugar a una de las leyendas negras de esta costa gallega que hasta rozan la difamación, la piratería de tierra.

Pero no todo eran piratas, también hay testificadas históricamente muchas ayudas prestadas por los vecinos de Camelle a los náufragos de esta costa gallega, incluso arriesgando sus propias vidas para salvar a las víctimas de los numerosos hundimientos de esta zona.

Los naufragios también trajeron industria a Camelle, como la creación de la Estación de Salvamento Barbeito y Cía para la extracción de chatarra y despiece de barcos hundidos en la zona, además de servir ayuda y apoyo los barcos en el mar.

Durante muchos años, Camelle fue el centro de recepción de los náufragos de A costa da Morte. Esto hacía que por allí se pudieran ver asiduamente representantes de compañías de seguros, miembros gubernamentales, personal de aduanas y de cónsules de diversos países, ya que era el lugar donde se practicaban las primeras diligencias ante cualquier hundimiento.

Pero Camelle ya no fue la misma desde la llegada de Manfred Gnädinger. Corría el año 1962 y el pueblo celebraba sus fiestas patronales, cuando el pintor, filósofo y escultor, nacido en Alemania en 1936, se establecía en esta pequeña parroquia del municipio de Camariñas. Su aspecto distaba mucho de ser el de sus últimos años. De familia acomodada, Manfred pronto se rindió a la vida anacoreta y se instaló en una diminuta vivienda junto al mar, en la que viviría de forma muy sobria, cultivando su huerto y con el único abrigo de un “taparrabos” hasta el fin de sus días.

El ya conocido como Man de Camelle se dedicó a la escultura, recogiendo materiales que el mar arrojaba a la costa (ramas, cristales, maderas...) que fusionaba con bolos de piedra y que dieron lugar al único jardín marino de esculturas en el mundo.

Durante el accidente del Prestige en noviembre de 2002, la enorme mancha de petróleo que se extendió por Costa da Morte alcanzó también la obra de Man, dañándola en gran parte, por lo que los restos que hoy podemos encontrar, junto al espigón, no son más que la sombra de lo que en realidad fue su monumental obra.

Este incidente afectó mucho a Man, tanto que dicen que se dejó morir de melancolía y tristeza por ver su querido mar contaminado y su obra devastada. Días antes del desastre del Prestige Man dijo haber soñado con una gran ballena negra que se acercaba a la costa y moría junto a su jardín escultórico. Tras enterrar al cetáceo, Man se veía a sí mismo morir en el sueño.

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