El mas allá Celta
El pueblo Celta: "pueblo indogermánico cuyas primeras migraciones datan de los tiempos prehistóricos; se expandieron al principio por Europa Central y fueron avanzando hasta las Galias, España y las Islas Británicas, acabando por ser absorbidos por los romanos". En Bretaña, en el País de Gales, en Irlanda y en Galicia es donde se ha conservado mejor el "tipo Celta".
Según las tradiciones de los pueblos del extremo occidental de Europa, más allá del Océano se encuentran las Islas del Paraíso, que son tierras habitadas por seres sobrenaturales donde están ausentes las penurias y las desgracias.
Las antiguas creencias de los galos, en aquellos tiempos aún se creía que la tierra de la muerte se situaba al oeste de la isla de Gran Bretaña. Según los mitos galos, las almas una vez que habían abandonado su cuerpo se dirigían a la costa noroccidental de la Galia y allí embarcaban hacia la antigua Britania. Cuando querían cruzar el mar las ánimas se dirigían a las casas de los marineros, en cuyas puertas picaban insistente y desesperadamente. Los marinos abandonaban entonces sus casas y llevaban a los muertos a su destino en unas naves fantasmagóricas.
Curiosamente, San Andrés de Teixido se sitúa en el Cabo Ortegal, un cabo donde según Tácito "cielos, mares y tierra se acaban", es decir, se trataba del fin del mundo. Esto ha hecho suponer a autores como Constantino Cabal que para los habitantes prerromanos del Norte de la Península este lugar fuese junto con el Pico Sacro uno de los dos puntos de partida de las almas hacia las islas del Paraíso. En definitiva, se trata de tradiciones que aún hoy testimonian de las antiguas creencias célticas en un Más Allá situado al otro lado de la Mar.
Antiguamente los peregrinos marchaban hasta el cabo sagrado de Finisterre a rendir culto al "Ocaso del Sol", según la vieja tradición céltica del Ara Solís se llegaba al Promontorio Nerio para celebrar la muerte del Sol.
La ruta del actual Camino de Santiago ya se recorría en la época precristiana con el fin de realizar el rito de ver morir el Sol en su camino al Más Allá.
Finisterre, del latín Finis Terrae, alude al extremo más occidental de Europa y se encuentra en tres lugares concretos: Galicia, Cornualles y Bretaña, tres de los territorios más propiamente célticos del continente. Existe un paralelismo entre ellos. La peregrinación y el culto al recorrido del astro rey se identifica con el símbolo prehistórico de la barca solar que cruza el océano hacia el occidente.
Este simbolismo de la muerte del Sol camino del más allá fue transmutado en época clásica por la imagen de Caronte atravesando la laguna Estigia, que al igual que la barca Solar transporta al Más Allá desde la ribera oriental a los muertos en busca de la Tierra Prometida.
Son las islas de los afortunados a las que van los mortales favorecidos por los dioses y su lugar lo sitúan en el Atlántico. Otro clásico, nos habla de una isla próxima a la isla de Bretaña muy similar a la mencionada isla de Tir na Nog sin citar el nombre de Irlanda, pero que por su descripción no parece ser otra. Parece que la isla, debido a su felicidad excepcional fuera el lugar donde habitara una raza de dioses y no de seres humanos".
Ritos que han perdurado hasta hoy en día, en el viaje hasta las orillas más occidentales para morir y volver a nacer en el plano gnóstico y místico.
Las antiguas creencias de los galos era que la tierra de la muerte se situaba al oeste de la isla de Gran Bretaña. Según los mitos galos, las almas una vez que habían abandonado su cuerpo se dirigían a la costa noroccidental de la Galia y allí embarcaban hacia la antigua Britania. Cuando querían cruzar el mar las ánimas se dirigían a las casas de los marineros, en cuyas puertas picaban insistente y desesperadamente. Los marinos abandonaban entonces sus casas y llevaban a los muertos a su destino en unas naves fantasmagóricas.
En Bretaña, Ankou, el heraldo de la muerte, dicen que adopta algunas veces la forma de un esqueleto caminando o montado en una carreta portando unas piedras que soltaba cada vez que subía a su carreta un ánima. Por eso se dice que cuando por un camino se oye el ruido de una piedra caer, es la de un alma nueva que nos deja.
Cornualles es la península celta que se encuentra al suroeste de la isla de Gran Bretaña. Es un lugar de leyendas, de paisajes envueltos en la niebla marina, misterioso atractivo de Inglaterra, poético y nostálgico.
Son muchos los lugares que podríamos llamar de interés histórico y paisajístico, pero todos llevan impregnados en su pasado un halo de leyenda, de misterio… Historia y paisajes que nos cautivarán.
Un ambiente de misterio y leyenda se respira en cada uno de los rincones de la Bretaña Francesa, quizá por la influencia de su riquísima herencia celta. Si hay una región europea anclada en su pasado místico y legendario esa es Bretaña. En el noroeste de Francia, muy cerca de la bellísima Punta del Raz en el Finisterre galo, surge un mundo mágico y envolvente repleto de hadas, duendes y gigantes con una leyenda eterna: la del Rey Arturo, acompañado por los caballeros de la Mesa Redonda, y su inseparable Merlín.
El camino de San Andrés de Teixido es un camino mágico en el que la naturaleza sobrenatural y misteriosa conectada con el mundo del Más Allá, nos hace recordar el mundo de los seres invisibles que habitaban el mundo celta de la costa Atlántica europea. También nos recuerda los caminos sobrenaturales primitivos, caminos conectados con el mar y surcados por embarcaciones misteriosas, sobrenaturales, que se dirigen hacia un mundo desconocido. Este mundo marítimo del más allá está claramente perfilado en la mitología celta, es un mundo maravilloso lleno de encantos terrenales donde nadie envejece es el Tir na n’Og (Tierra de la Juventud), y se considera que los pueblos celtas fueron sus posibles creadores o por lo menos los portadores de una tradición mitológica antiquísima, común a los pueblos indoeuropeos, que más tarde evolucionaría en las islas maravillosas del Más Allá.
San Andrés de Teixido en el Ortegal gallego, orientado a la puesta del sol en el Atlántico y el lugar más próximo, junto con Bares y sus alrededores, en conectar en línea recta con Gran Bretaña e Irlanda, bien pudo ser para los antiguos la primitiva puerta que conectaba en una singladura marítima sobrenatural, en barcos de piedra, con el Más Allá. Un Más Álla quizás localizado o conectado físicamente con los cientos de tumbas megalíticas existentes en el noroeste de Irlanda, el lugar más remoto y lejano de las costas europeas y también el lugar más adentrado en el Atlántico y más próximo a la puesta del sol sobre sus aguas.
Antiguas tradiciones de los pueblos del Norte. Se mezclan en San Andrés de Teixido.
No cabe duda de que los grupos célticos que llegaron a Galicia en la Edad del Hierro (siglo VI a.C.) y se mezclaron con los nativos, influyeron poderosamente en sus costumbres y tradiciones mágico-religiosas. Lo mismo podemos pensar de los Vikingos que, siglos más tarde, arribaron a nuestros puertos. (los santuarios relacionados con el Mundo del Más Allá se encuentran cerca del mar).
Según sus creencias, los celtas decían que el espíritu de aquel que moría sin tener su conciencia tranquila estaría vagando un tiempo hasta que los asuntos que lo martirizaban fuesen resueltos.
Muchas Almas en Pena viajan por Galicia formando parte de la Santa Compaña que, según tradición, vienen a Teixido a buscar "La Puerta del Más Allá", la puerta que comunica con el Otro Mundo.
Aquí tiene su santuario San Andrés, el Apóstol; en la ribera del último tramo gallego del Atlántico, próximo al mar en el que la tierra se muere en vertical, que así se percibe desde la Serra da Capelada.
Esta es una bella costa en la que se palpan los mil dramas escritos entre la roca marina y las aguas mezcladas del mar y el océano, las del Atlántico y del Cantábrico.
Hay mucha magia en este paisaje que se extiende una vez doblada la Ría de Cedeira y hasta que se llega a la ensenada de Cariño. Y son varios y muy recomendables los lugares a visitar, porque en todos ellos… viven las almas su eternidad. El mirador de Herbeira es el mayor tajo vertical más alto de Europa. 600 metros de acantilado donde el mar no se escucha ni casi se reconoce.
Pero se intuye porque sí se oye el viento que nos devuelve a la leyenda… al alma del caballero Lancelot que pervive aquí, entre los caballos libres, con el corazón partido por el amor de Ginebra, esposa de Arturo, rey de Inglaterra.
En los días claros, aún se asoma Lancelot a este balcón de las imaginarias islas. Cuando el viento se torna cantábrico mece el bosque santuario de los druidas celtas cerca del Cabo Ortegal. Desde allí desciende la montaña hasta la villa de Cariño que nos invita a terminar el trayecto en la estructura marina que conocemos por Os Aguillóns, el lugar donde mezclan sus aguas el mar y el océano, en el más natural y sublime acto de amor.