Trasmoz (Zaragoza)
En el siglo XII el señorío de Trasmoz y su castillo se convirtieron en un feudo de la monarquía aragonesa. Fue un feudo del poderoso linaje de los Luna, pero tras el compromiso de Caspe, por apoyar al Conde de Urgel, los Luna cayeron en desgracia. Entre 1513 y 1515 estalló una guerra feudal entre los Ximenez de Urrea y el Conde de Ribagorza, en la que el uso del agua del Moncayo fue el motivo de pleito. Esta guerra le enemistó con la iglesia, que proclamó contra él, el terrible rito de la “Maldición de Trasmoz”, celebrado solemnemente en la iglesia del Monasterio de Veruela.
Una vez abandonaron los monjes el evocador monasterio de Veruela, y convertido en una rústica posada, llegó el joven Gustavo Adolfo Bécquer. Siempre tuvo una salud muy frágil y tuvo que guardar reposo durante nueve meses por padecer tuberculosis, que mejor tratamiento en aquellos años que estar en el Moncayo. Fue durante su estancia en el “Monasterio de Veruela” donde creó algunas leyendas sobre el castillo y la villa, leyendas cargadas de un ambiente de fantasía donde reinaba lo sobrenatural y misterioso. El fruto de su larga estancia fue la publicación de “Cartas desde mi celda”, una recopilación de nueve escritos donde se recogen las impresiones de su estancia en el monasterio y sus recorridos en todo el entorno, llegando a Trasmoz donde encontró la inspiración para escribir las tres cartas en las que se descubren leyendas sobre las brujas de la zona.
El 22 de diciembre de 1870, muere Gustavo Adolfo Bécquer y según dicen curiosamente coincidió con un eclipse total de sol, falleciendo a la edad de 34 años en Madrid. Solo después de su muerte, su fama como escritor se hizo presente con la publicación de varias de sus obras.
Las historias de rituales paganos como el que describe Bécquer se relacionan con Trasmoz desde hace siglos. ¡El legendario origen del castillo, hay quienes aseguran que lo construyó un nigromante llamado Mutamín… en una sola noche! En el siglo XIII se descubría a Trasmoz como una “isla laica”, rodeada por los territorios controlados por los monjes de Veruela, con régimen y recursos propios por gracia de la corona. Se cuenta que en Trasmoz la herejía era constante. Ese fue el motivo por el que la iglesia lo consideró como pueblo maldito, siendo excomulgado en 1252. De hecho, aseguran que nunca se ha revertido aquella decisión, por lo cual sigue estando excomulgado, como el único pueblo de España. Tan solo el Papa podría poner fin a esta situación. Trasmoz afianza su título de localidad más misteriosa de Aragón.
La tía casca, la perversa Bruja vivió en Trasmoz y su historia y leyenda continúa aterrando a más de uno. La tía Casca procedía de una estirpe de brujas maléficas, hablaba latín y otras lenguas desconocidas sin haber ido a la escuela. Podía envenenar las aguas del río para matar a los animales y emponzoñar la hierba, echar mal de ojo a los niños y mayores. Disfrutaba sacando a los niños de la cama para azotarlos sin que sus padres ni tan siquiera pudieran despertarse. Los poderes de la bruja provenían a través de un unto, cuya receta secreta se había trasmitido de generación en generación. Por todos era conocido que las oraciones siempre las rezaba al revés. Un buen día, los vecinos ya no podían aguantar más con esta situación, y fue acusada de nigromante, echadora de mal de ojo y tener hechizados a vecinos del lugar. ¡Culpable de brujería! Así que con estos cargos los vecinos la acusaron, iniciando una persecución para lincharla. La cogieron y detrás del castillo del municipio…la despeñaron por un barranco, acabando con ella para siempre. ¿He dicho para siempre? Decir para siempre es mucho decir. No, el espíritu errante y vengativo de la bruja se ocupa de perseguir a los infelices pastores que se arriesgan en conducir a sus rebaños por esa parte del monte, haciendo movimientos entre los matorrales, simulando ser un lobo, ya sea dando gemidos lastimeros como si de una criatura se tratara o bien acurrucándose entre las rocas que están en el fondo del barranco. Desde allí los llama, con su mano amarilla, seca… y los que se atreven a caminar por el borde, les clava su mirada y de un gran salto los agarra por los pies y los despeña barranco abajo. Su sed de venganza era tan grande que ni el mismo diablo quiso llevársela al infierno. Si, la tía Casca murió, pero la tradición familiar y brujeril la ha mantenido viva hasta nuestros días.