El origen de la Queimada se remonta a la década de los 50. Es un momento de posguerra en España que coincide con un período de hambre y necesidad. Se cree que puede deber su éxito a las colectividades de emigrantes. Y particularmente a los gallegos emigrados a Madrid. Estos, siguiendo un ritual que no dejó de realizarse desde entonces, estrechaban lazos después de las comidas con el espectáculo del fuego quemando el aguardiente.
En lo que respecta al conjuro, se trata de una composición del artista Mariano Marcos Abalo. Su primera versión se remonta al año 1967 y se presentó en Vigo en una reunión de poesía.
En esta versión, que se ha convertido en canónica, existen unos versos que levantan polémica porque están alejados de nuestra sensibilidad actual. Se trata de “pecadora lingua de mala muller, casada con un home vello” y “barriga inútil da muller solteira”. Esto ha motivado alteraciones en el conjuro: desde la eliminación de estos versos a su sustitución por otros.
Al parecer la copistería a la que Abalo encargó las copias para el evento de 1974 continuó editando copias y popularizando el conjuro. Abalo no había registrado su conxuro y no lo hará hasta el año 2001. Ya no con fines económicos sino de reconocimiento de su trabajo.
Coincide todo este período con el fin de la dictadura y la consecución de la autonomía de Galicia.
Este fenómeno cultural fue orientado hacia el turismo por Manuel Fraga, quien se convertirá en uno de los grandes popularizadores de la queimada. Existe constancia de que organizó queimadas en contextos de promoción turística y actividades políticas en la década de los setenta. Pero quizá donde más contribuyó a su difusión fue en las reuniones mensuales que durante los años ochenta realizaba en Madrid con periodistas. Los invitaba a cenar en el restaurante La Criolla y terminaba con un espectáculo de Queimada conducido por el mismo. Es fácil entender que estos periodistas contribuyeron a la popularización de la Queimada fuera de Galicia. Al parecer no siempre recitaba el conjuro; pero Mariano Marcos Abalo sostiene que en aquellos años Manuel Fraga siempre llevaba una copia de su conjuro a mano.
Está documentado el uso del aguardiente quemado con fines terapéuticos desde la Edad Media al menos en los monasterios. En la Antigüedad celtas, egipcios, griegos o romanos conocían la destilación. Incluso hoy en día en lugares alejados como Siberia se realizan destilaciones por fermentación sin la existencia de los alambiques. Pero su calidad es muy inferior.
El alambique es una introducción del mundo musulmán en el medievo; tal como evidencia que el origen del término sea árabe; así como el de la palabra alcohol. En el siglo XIII Arnau de Vilanova, publicará un libro de destilación que se volverá muy popular a lo largo y ancho de Europa: el “Liber Aqua Vitae”. No es casual que el whisky, elaborado en este caso de cebada, signifique en gaélico “agua de vida”. El proceso será perfeccionado en el siglo XVIII cuando se pueda eliminar los malos olores gracias a la capacidad de rectificar los alcoholes.
El alquimista y filósofo Ramon Llul, denominará al orujo “Aqua Ardens”: aguardiente elaborado con el bagazo de la uva.
El fuego está considerado una fuerza benéfica y purificadora. Simboliza la protección de las personas, animales y propiedades. Protección contra las brujas y espíritus que puedan causar algún mal. La tradición de la Queimada es la versión moderna que reinventa las antiguas reuniones de excesos alcohólicos junto a los fuegos con los que se pretendía "espantar" el mal.
La vinculación del aguardiente con el fuego a través de la Queimada nos permite modernizar los antiguos rituales purificadores dándoles un nuevo significado contemporáneo; no ajeno a la construcción de las identidades y el refuerzo de los lazos de pertenencia. El aguardiente, el agua de la vida, funciona en estos rituales como medicina para el espíritu.