top of page
terra.png

Galicia

“Dicen que haberlas haylas”. Esta es una de las frases que ronda por toda Galicia cuando se habla de las brujas, o como popularmente se conocen en tierra gallega como Meigas. Galicia está repleta de lugares significativos por su misterio, la mitología y lo sobrenatural. Meigas, la Santa Comparsa y otras muchas leyendas son solo algunas de las formas de conocer el pasado místico de la comunidad, pero visitar sus lugares más evocadores será una de las mejores rutas que se pueden hacer en Galicia para conocer su fuerte influencia misteriosa y mitológica.

Si indagamos un poco en la historia, nos encontraremos con que la referencia más antigua de la existencia de personas que en Galicia recurren a algún tipo de magia es de finales del siglo XIII.

Posteriormente, ya en el siglo XVI se menciona la existencia de «mujeres hechiceras» que hacen hechizos y maleficios a los hombres así varones como mujeres, que queriendo saber lo que no saben, o lo que ha de ser… van de agoreros y encantadores, hechiceros. Por otro lado, ni la palabra bruxa ni la palabra meiga aparecen en la documentación de la época.

El tribunal de la Inquisición española de Santiago de Compostela, que comenzó a actuar en la segunda mitad del siglo XVI, se ocupó de los «hechiceros» y de las «hechiceras», pero algunos de ellos habrían sido considerados brujos y brujas por otros tribunales debido a los «tratos» que mantenían con el demonio. Los primeros casos datan de 1565 cuando se acusó a un sastre de «hechicero» e «invocador de demonios», al que acudía la gente para preguntarle «cosas futuras y escondidas» y a un ciego de ser «hechicero e invocador de demonios que llamaba (en sus conjuros y prácticas) a…Bercebú». En un tercer caso se menciona, probablemente por primera vez, a las brujas, cuando un campesino acusado de invocar a «Satanás y a Barrabás» declara que le habían llevado un joven para que lo curara y que «eran tres brujas las que hacían mal al muchacho».

En 1579 una hechicera es interrogada y torturada por «haber tenido invocaciones, tratos y cópula con el demonio»; en 1582 otra «hechicera e invocadora de demonios» «confesó el pacto que tenía con el demonio y cómo a veces… había tenido con él acceso carnal, unas veces de día y otras de noche y haberse ofrecido en cuerpo y ánima al demonio, ofreciéndole así mismo la sangre del dedo». O más claramente en el caso de un «hechicero… que iba donde andaban las brujas… de noche».

A partir de 1612, sólo dos años después del proceso de las brujas de Zugarramurdi   en Logroño, la actividad del tribunal de la Inquisición de Santiago se dirige más contra las «brujas» que contra las «hechiceras». Y es precisamente en esa segunda década del siglo XVII cuando aparece la palabra meiga para referirse a la bruja maléfica cuyo propósito es enmeigar, es decir, hacer el mal a personas y animales.

En las décadas siguientes la bruja-meiga llega a Galicia a través de la brujería vasca. Así en las actas del tribunal de Santiago aparecen todas las fantasías atribuidas en Logroño a las brujas de Zugarramurdi : «respetan una jerarquía entre ellas, y se untan para salir de casa y volar, reniegan de la fe y cumplen con el ósculo infame y, asimismo, después de la apostasía tienen relación carnal con el demonio (en figura de cabrón) por sus partes traseras«; «se casan con el diablo que las marca con la uña por suyas, destruyen los frutos de los campos en salidas nocturnas, matan a niños, entran en aposentos para poner hechizos a los que duermen y para consumirles la vida». Se reúnen junto a una fuente de Cangas en la noche de San Juan.

Por último, creemos oportuno referirnos a la Queimada, que con su conxuro permite alejar a las bruxas y encantadoras. Según la tradición, esta bebida tomada tras la pronunciación del conjuro funciona como protección contra maleficios, además de mantener a los espíritus y demás seres malvados alejados del que la ha bebido.

bottom of page