Ara Solís
“Altar del Sol” en el “Fin del Mundo”, en el “Ara Solis” erigido por el emperador Augusto en el extremo occidente, hacía donde todo el imperio se orientaba para observar al astro rey.
El Camino Original hasta el Fin del Mundo, la ruta antigua anterior al Camino Francés terminaba en la Playa del Rostro, a los pies del Cabo Fisterra.
Tras las duras etapas recorridas desde cada confín del mundo, y tras la celebración del Lughnasa del 1 de agosto, en honor del dios Lugh y del mismo emperador Augusto, en la ciudad sagrada de Lucus Augusti, los antiguos peregrinos recibían un baño de iniciación en el océano tras quemar todas sus pertenecías.
Después, y por primera vez, se vestían con la nueva “toga civilis”.
Estos eran los últimos preparativos para la celebración de dar gracias al astro Sol que se llevaba a cabo en el Ara Solis. El altar erigido por el emperador Augusto en la costa de la Gallaecia.
El día 10 de agosto era la celebración al astro Sol, y en recuerdo de aquella festividad hoy celebramos la festividad de San Lorenzo.
Según algunos estudios, la historia de este santo sirvió para la cristianización del mismo dios sol romano. Si a la creencia que el nombre de Lorenzo encierra en sí mismo el nombre del sol unimos que en latín su nombre significa "Laureado", podremos comprender que la celebración del 10 de agosto estaba patrocinada por el mismo emperador: "El Hijo del Sol".
Los actos que aún hoy se celebran en Cabo Finisterre por peregrinos de todo el mundo son la herencia viva del ritual original de la antigüedad.
El ara solis del Finis Terrae galaico, posiblemente un monumento de influencias griegas estaría formado, según algunos estudiosos, por cuatro columnas y una cúpula. No se conservan restos ni testimonios directos, más sí una tradición continuada a través de los siglos que reforzaría la posibilidad de su existencia, dada la fortísima carga simbólica del lugar. Sólo en el promontorio de Fisterra se ocultaba definitivamente el sol y concluía la ruta de las estrellas, la ruta solar, la Vía Láctea. Era imposible seguir o ver más allá. Resultaba una cuestión existencial para los más remotos habitantes europeos y para los más antiguos peregrinos, puede que también para los actuales. Por eso se entiende la lógica del ara solis.
Era éste, según la tradición, un templo dedicado al Sol, al que atribuía el poder fecundante sobre todas las cosas de la Tierra. Su localización en Fisterra está avalada en un texto Ptolomeo, del que se recoge aquí su traducción latina: Post Nerium Promontorium, aliud Promontorium in quo Solis Arae.
Una larga tradición literaria identifica el Promontorio Nerio con el cabo Fisterra. Luis Monteagudo, en un documentado trabajo sobre Ptolemeo, titulado Carta de Coruña Romana, reduce el Promontorio Nerio al cabo Touriñán, con lo cual podría interpretarse que el Ara Solis estaba situado en Muxía, lo que daría a los orígenes de A Barca un nuevo giro. Hasta la versión de Monteagudo, los intérpretes de los textos protohistoricos han identificado siempre el Promontorio Nerio con el cabo Fisterra, por lo que, algunos autores, situaban el Ara Solis en Touriñán, aunque tenían que reconocer que no se ve en este promontorio ningún vestigio relacionado con el altar. Haciéndose eco de tales discusiones, escribe Murgía lo que sigue: “Dúdese cuanto se quiera de si el Ara Solis de Ptolomeo puede o no reducirse al promontorio Nerio; más no ha de callarse que las tradiciones relativas a dicho cabo, tienen un pronunciado sabor solar de que no puede prescindirse cuando de tales cosas se habla”.
El sabor solar de las tradiciones de Fisterra es evidente. En las ruinas de lo que fue la Ermita de San Guillerme, hay una cama de piedra en la que, según testimonio de Martín Sarmiento, se acostaban los matrimonios estériles para alcanzar la fecundidad.
La tradición jacobea da por supuesto que el Ara Solis fue destruido por el apóstol Santiago que, sobre sus ruinas, erigió la ermita, más tarde conocida con el nombre de San Guillerme.
Las dos montañas del cabo Fisterra parecen, vistas desde el norte, los pechos de una mujer, y a ellas podría aplicarse la frase de Homero cuando habla de “la brillante lumbrera del Sol, arrastrando tras sí la noche negra sobre la tierra de fecundos senos”. El tema de la fecundidad, visible en la cama de San Guillerme, aparece también en la leyenda de las ballenas que se acercaban a Fisterra para ser fecundadas, de lo que se aprovecharon los noruegos para establecer en Caneliñas una factoría ballenera. El tema se repite en las dos piedras de abalar que hay en la cumbre del promontorio, a las que llamaron Pedras Santas, porque Nuestra Señora consagró en ella el atributo de su virginidad, sustituyendo a Afrodita y transformando su símbolo, la concha de vieira, en el símbolo de los peregrinos de Santiago.
La fecundidad, remedio para conseguir la inmortalidad a través de la generación, subyace en un tema que se repite en Fisterra a lo largo de los siglos. A comienzos del siglo XV, se celebra, en el recuerdo y en la imagen, la Transfiguración de Cristo, en un banco de piedra donde se sentaba Santiago, San Pedro y San Juan, testigos de la escena evangélica. Más tarde lo que se celebraba, y se celebra aún, era la resurrección, con un ángel que informa del acontecimiento a las tres Marías que visitan el Sepulcro. El tema de la Resurrección es la versión cristiana, iniciada por el apóstol Santiago, del mito de la fecundidad, celebrado en el Ara Solis.