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La Predicación

«Los mitos y leyendas de la presencia
del apóstol en nuestro país»

La Predicación

Cuenta la tradición que Santiago fue el primer discípulo de Jesús que salió de Jerusalén y se dirigió a los confines de la tierra, el Finis Terrae (Finisterre). «Cuenta también la leyenda que Santiago está allí enterrado, pero jamás se había narrado cuál pudo ser el camino que hizo por España.
«La presencia de Santiago en España es casi mítica. Hay alguna pequeña documentación sobre su sepultura, pero no hay escritos de la presencia de Santiago vivo en Hispania»
No se sabe con exactitud el recorrido que siguió Santiago hasta alcanzar Galicia, que en la época romana recibía el nombre de Gallaecia.
Algunos historiadores apuntan que bordeó el sur de España y que luego recorrió la desolada costa de Portugal. Otros relatos de la historia del Camino de Santiago afirman que recorrió el valle del Ebro, atravesando las tierras catalanas, y que luego tomó la vía romana de la cordillera cantábrica, hasta La Coruña. Incluso hay teorías que apuntan a que se dirigió a Murcia, pasando por Cartagena, y desde allí continuó hacia el norte.
Los relatos más conocidos son los que refieren las visitas que recibió de la Virgen en Zaragoza y en Muxía para reconfortarlo cuando su ánimo decaía. La aparición en Zaragoza tuvo lugar aún en vida de la Virgen, cuando habitaba con el Apóstol Juan en Eféso. María se le apareció sobre un pilar, dando así lugar a la advocación de la Virgen del Pilar. Por otro lado, la aparición mariana en Muxía; mezcla elementos cristianos y precristianos: cuenta esta leyenda que cuando Santiago se hallaba predicando por el noroeste peninsular, se angustió por el poco éxito de su misión evangelizadora. Mientras oraba a la orilla del mar vio aparecer una embarcación de piedra, gobernada por dos ángeles, en la que viajaba María. La Virgen lo animó a continuar su labor y le entregó una imagen suya, para la que Santiago levantó un pequeño altar debajo de una roca.
Muchos años después, las gentes del lugar encontraron la imagen y construyeron allí mismo un santuario, la Iglesia de Nuestra Señora de la Barca. La barca de piedra quedó en la orilla, con sus tres piezas. (tres piedras que representan la barca, la vela y el timón). que se les atribuyen diversas propiedades milagrosas.  

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Las Apariciones
de la Virgen

Las Apariciones

Pero sin lugar a duda, aun admitiendo que hubo predicación, no ha sido coronada por gran éxito y las leyendas relacionadas lo confirman.
Dicen que durante su supuesta predicación el Apóstol recibió a orillas del Ebro, cerca de Zaragoza, la visita de la Virgen que para reconfortarlo se le apareció milagrosamente encima de una pequeña columna, rodeada por un coro de Ángeles.
La Virgen, que en aquel tiempo seguía viviendo en Palestina, le dejó como recuerdo del encuentro la columnita de piedra o “Pilar” que todavía hoy se guarda en la Basílica de Zaragoza y es objeto de apasionada veneración.
Otra aparición de la Virgen parece que haya ocurrido en la pintoresca localidad de Muxía, en la gallega Costa da Morte, donde hoy se encuentra el Santuario de la Virgen de la Barca.
La fantasía popular cuenta que, para encontrarse con Santiago, María llegó a la costa navegando sobre una embarcación de piedra, como la columna de Zaragoza.
Cerca del Santuario están todavía la quilla del barco, una losa enorme llamada Pedra d’Abalar que, según la leyenda, se mueve solo si el que sube encima es totalmente puro y limpio de pecados, y la vela, llamada Pedra dos Cárdis, que cura definitivamente de dolores lumbares a quien pasa por debajo de ella.

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La Ejecución

La Ejecución

Según antiguos escritos, cuando la Virgen está próxima a morir, recibe la visita de Jesús resucitado. Ella le pide a Jesucristo que los 12 apóstoles la acompañen el día de su muerte. No obstante, todos ellos están repartidos por el mundo. Así que Jesús le concede el deseo, permitiéndole hacer una aparición milagrosa, para que avisase a cada uno de ellos de su designio.

Este hecho hace que Santiago apóstol viaje de vuelta a Nazaret, en Jerusalén. Allí se reúne con la Virgen María que aún seguía viva.

Vivía entonces en Jerusalén un mago de nombre Hermógenes, cómplice de los fariseos, que quiso poner a prueba a Santiago y su conocimiento de las sagradas escrituras. La lucha entre Santiago y el malvado nigromante fue durísima, condimentada con demonios y grimorios, pero al final el propio Hermógenes se convirtió al cristianismo, maravillado por la fe inquebrantable del apóstol y por la potencia de sus milagros.

Como nadie podía con él, el entonces pontífice de Jerusalén pidió al rey Herodes Agripa que le mandara ejecutar. Siendo conducido al suplicio el Apóstol consiguió aún cristianizar y bautizar a todos los que le salen al paso, confirmando su peculiar capacidad de conversión.

Existen diversas teorías sobre cómo y cuándo murió el apóstol Santiago.

La mayoría de las teorías sobre la vida de Santiago apóstol coinciden en apuntar que murió en el año 44 d.C. Se cree que fue el primer apóstol en morir por la fe cristiana. Sobre cómo murió Santiago, existe bastante unanimidad a la hora de señalar que fue decapitado por sus creencias cristianas.

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Traslación

Traslación

El rey Herodes mandó decapitar a Santiago Apóstol. Este es el dato histórico y punto de partida de una leyenda que parece ser un inverosímil juego imaginativo, pero, como tantas veces sucede, la fantasía mejor intencionada cubre los espacios en blanco que la historia no puede rellenar con datos comprobables.

Y la leyenda se expone así resumiendo: Una vez muerto Santiago, los siete discípulos que había llevado consigo cuando estuvo en España robaron por la noche el cuerpo que Herodes prohibió enterrar y dejó expuesto a las aves, perros y alimañas. Ocultamente lo llevaron hasta el puerto de Jaffa donde milagrosamente encontraron una nave, que se decía que era de piedra sin remeros ni piloto, pero con todo lo necesario para una larga travesía. Ayudados por un viento favorable y sin escollos ni tempestad arriban a Iria Flavia hoy Padrón. Con esto cumplen el deseo que les había encargado el propio Santiago previendo el acontecimiento de su muerte.

Tras el desembarco, los discípulos se dirigen al palacio de la reina Lupa en el Castro Lupario solicitando un lugar para enterrar a Santiago. Lupa los envía al legado romano en la localidad de Duio que ordena su prisión, siendo liberados posteriormente por un ángel. La reina intenta engañarlos de nuevo enviándolos al Monte Ilicino en busca de bueyes para trasladar el cuerpo: bueyes que en realidad son toros bravos pero que se amansan milagrosamente. Allí matan a un dragón y consagran el monte que desde entonces se denomina Pico Sacro. La reina se convierte y les cede un lugar al pie de un pequeño castro denominado Libredón para su enterramiento.

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Descubrimiento

Descubrimiento

Las bases del mito se consolidaron entre el 820 y el 830, cuando se data el hallazgo de su sepulcro en un monte en el que pocos años después nacería la ciudad de Compostela. El relato de ese descubrimiento pertenece casi por completo a la leyenda. Un ermitaño, también de nombre Pelayo, vio extraños fenómenos luminosos en el bosque cercano a su iglesia y recibió en sueños revelaciones angélicas. Avisó entonces a Teodomiro, obispo de Iria Flavia, quien, después de tres días de ayuno, ordenó rastrear la zona y halló entre la maleza un monumento funerario que al instante identificó como la tumba de Santiago. El rey de Asturias, Alfonso II el Casto, fue el primer peregrino que acudió a venerarla.

Para apuntalar el mito era preciso justificar cómo habían podido llegar hasta allí los restos de un personaje al que las Sagradas Escrituras daban por muerto en Jerusalén. De esa necesidad nació el fantástico relato de los siete discípulos de Santiago que recogieron su cadáver en Palestina, se embarcaron dejándose guiar por la Providencia, arribaron a Iria Flavia y allí se enfrentaron a dragones, a bueyes salvajes y a las artimañas de la gobernante del lugar, la reina Lupa, una pagana que acabó convertida al mensaje de Cristo. Dos de los discípulos murieron en Galicia y se enterraron con Santiago.

En los tres siglos siguientes, los sucesores de Teodomiro, obispos como Diego Peláez y Diego Gelmírez, explotaron el hallazgo para propagar la noticia por toda la cristiandad y erigir un centro urbano alrededor del mausoleo. Las peregrinaciones ya habían empezado a crecer desde fines del siglo X, cuando el papa León escribió una epístola a todos los reyes cristianos dando carta de naturaleza al descubrimiento. Y la leyenda siguió alimentándose de episodios más o menos falseados: Carlomagno visita Santiago después de que un ángel le animase en sueños a emprender un viaje siguiendo el rastro de la Vía Láctea -todo un despropósito histórico-, el propio hijo del trueno regresa de entre los muertos para, a lomos de un corcel blanco, ayudar al ejército de Ramiro I a derrotar a 70.000 musulmanes en la batalla de Clavijo -siempre el enemigo infiel- y el caudillo islámico Almanzor saquea Compostela, pero no se atreve a tocar el relicario.

El recuerdo de Almanzor debió de tenerlo muy presente en el siglo XVI el arzobispo Juan de San Clemente cuando navíos ingleses, al mando del pirata Francis Drake, arrasaron A Coruña en respuesta a la frustrada invasión de Inglaterra por la Armada Invencible. San Clemente ordenó ocultar las reliquias, que, con todo secreto, se enterraron tras el altar mayor de la catedral. En los 300 años siguientes decayó el fenómeno de las peregrinaciones y, sin que se sepa muy bien cómo, se perdió también la memoria del escondrijo. A fines del siglo XIX, contagiadas del nuevo espíritu científico, las autoridades eclesiásticas ordenaron excavaciones en el templo. Una noche de enero de 1879 se produjo el segundo descubrimiento de los restos de Santiago: fue encontrada una caja de piedra que contenía un osario. Una comisión científica de la Universidad examinó el hallazgo y concluyó que los huesos eran muy antiguos y pertenecían a tres personas distintas. No hubo dudas: se trataba del apóstol junto a dos de sus discípulos.

La Iglesia volvió a sentirse reconfortada en 1955, cuando en unas nuevas excavaciones apareció la lápida funeraria del obispo Teodomiro, el original descubridor del sepulcro apostólico, a quien algunos historiadores tenían por un personaje de fábula. Desde entonces, ni el materialismo de la época ha podido con una leyenda que, además de las viejas historias, se sustenta ahora en un tinglado político, turístico y cultural. Como en la Edad Media, Compostela ha vuelto a convertirse en destino de millones de visitantes, a quienes parece importar muy poco el origen de las reliquias que se muestran en la catedral.

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