“Si miras atentamente has de hallar en la vida, atrocidades…
Las historias repletas de mentiras y las fábulas llenas de verdades”
(León Felipe)
Conclusión
Estas palabras nos ayudan a cuestionar la leyenda negra que se ha cernido históricamente sobre Prisciliano, obispo de Ávila, ajusticiado inicuamente en Tréveris (Alemania). Como decían los versos de León Felipe, su presunta historia -la que cuentan los concilios y recogen la mayoría de las historias de la Iglesia-, está “repleta de mentiras”; mientras su memoria mítica de mártir, las presuntas fábulas que también corrían sobre él, está “llenas de verdades”, y así lo reconocen ahora los historiadores y teólogos, desde el descubrimiento de sus escritos en una biblioteca de Baviera a finales del siglo XIX.
Poco a poco, el “hereje” Prisciliano está siendo rehabilitado; aunque tarde en llegarle su hora en la oficialidad, como ya ocurrió con Galileo y otros. Ya el propio Prisciliano había negado las falsas acusaciones en su “Liber Apologeticus” dirigido al papa Dámaso; allí niega vehementemente las acusaciones de idolatría y prácticas mágicas, relativas a conjuros e imprecaciones al sol y la luna, condenando una larga serie de herejías, especialmente el maniqueísmo, la acusación más grave de que fue objeto. La presunta herejía de la doctrina priscilianista fue perdiendo su fundamento con la difusión de “Tratados “, encontrado por el investigador G. Schepss en Baviera, a finales del siglo XIX. El teólogo protestante F. Paret, publica una obra poco después del descubrimiento de estos manuscritos, donde califica a Prisciliano como justo reformador desde el mismo título. “Prisciliano; Un reformador del siglo IV “, digno predecesor de Martín Lutero. El obispo católico suizo, E. Herzog insiste en la misma tesis exculpatoria; para él, el mantenimiento de la tradición heresiológica contra Prisciliano es el resultado de una cerril resistencia de la Iglesia a justificar teológicamente los procesos contra presuntos herejes del pasado.
Péro, a pesar de tantos argumentos a favor, aun debemos esperar la rehabilitación oficial de Prisciliano, el mártir de Tréveris, por parte de la jerarquía eclesiástica. Desgraciadamente, hoy como ayer, esta jerarquía sigue condenando cualquier disidencia y dando señales de intolerancia. No en vano, Prisciliano, además de ser un gran teólogo injustamente acusado de hereje, fue un asceta, impulsor del primer movimiento monástico en la Hispania; Y fue también un profeta iniciador de un movimiento social por una iglesia y una sociedad más justa e igualitaria, como han estudiado Abilio Barbero y Marcelo Vigil; un “profeta contra el poder” clerical, como lo define Xosé Chao Rego. “Prisciliano cuestionó muchas cosas y le tocó perder “. Como al profeta de Nazaret, aunque la historia le vaya haciendo justicia.