La historia de cómo el arzobispado de Santiago construyó barcos de guerra para defender Galicia de los piratas
La Armada convirtió a España en el primer imperio global de la historia durante más de dos siglos, ya que el Imperio español fue, en gran medida, un imperio marítimo construido en torno a los océanos y dependiente del comercio transoceánico. La Armada española fue la primera potencia náutica del mundo y, durante siglos, una de las tres más importantes del planeta. Gracias a ella se creó la primera ruta de comercio mundial de la historia, el Galeón de Manila, nombre con el que se conocían las naves que cruzaban el Océano Pacífico entre Filipinas y los puertos de México, en un trayecto que los llevaba hasta España y que sumaba alrededor de 15.000 millas náuticas, la ruta más larga de su época. Pero antes de la creación de la Armada española, y para defender su indefensa tierra de los piratas que la asolaban, un gallego creó la que es considerada como la primera marina de guerra organizada conocida en la Península Ibérica, precursora de la Marina de Castilla y de la Armada española. Su fundador fue un personaje esencial en la historia de Galicia, un legendario arzobispo de Santiago de Compostela.
Diego Xelmírez era miembro de la baja nobleza gallega, hijo de Xelmirio, gobernador de las Torres de Oeste de Catoira, al servicio de Diego Peláez, obispo de Santiago de Compostela en aquella época. Se cree que Diego nació entre los años 1065 y 1070 en Santiago o en Catoira.
Se forma en la escuela catedralicia de Santiago hasta que en el año 1090 visitan su tierra los condes de Galicia, Raimundo de Borgoña y Doña Urraca, en nombre de Alfonso VI. Los Condes eligen a Diego como secretario y canciller hasta el año 1093, en que es nombrado administrador de la Diócesis de Santiago.
En 1095, el Papa Urbano II confirma a Santiago de Compostela como la nueva Sede Apostólica de Occidente, sus prelados quedan bajo la autoridad Papal y solo pueden ser consagrados por éste. En el año 1100 Xelmírez es nombrado obispo de Santiago y en 1111 corona a Alfonso VII El Emperador, como Rey de Galicia en la Catedral de Santiago.
Gracias a su estrecho contacto con Roma y Alfonso VII, conseguiría en el año 1120 para la ciudad Compostelana el rango arzobispal, además de grandes poderes tales como impartir justicia o acuñar moneda, una potestad que solo ostentaban los reyes. Todo este poder, sumado a la riqueza y esplendor que aportaban las peregrinaciones, convierten a Xelmírez en “Gobernador” de Galicia y legado pontificio, siendo la mayor autoridad eclesiástica de toda la Península Ibérica. Diego Xelmírez fue uno de los grandes personajes históricos de Galicia sin el cual, posiblemente, nuestra historia habría sido diferente. Fue el gran impulsor de las obras de la Catedral de Santiago, de la primera línea defensiva costera comunicada para defender el Reino de Galicia y ordenó la escritura del Códice Calixtino.
Pero lo que pocos saben es que este gallego fundó la primera marina de guerra creada para defender la costa española, considerada por muchos historiadores como la primera Armada de la Península digna de ese nombre.
Durante su arzobispado, Galicia era objetivo constante de ataques de piratas vikingos, normandos y musulmanes, lo que provocaba que la mayor parte de los habitantes de la franja costera se vieran obligados a trasladarse al interior, dejando una de las zonas más ricas de Galicia, su costa, abandonada durante los meses de abril a noviembre.
Los ataques a la costa se veían favorecidos por la desprotección de ésta, pero también por su lejanía de los centros de poder, el desinterés de los gobernantes y la nula experiencia militar de sus gentes. Las incursiones solían tener como principal objetivo las sedes episcopales de Iria Flavia y Santiago de Compostela, ambas desde el río Ulla, en la Ría de Arousa.
Para evitar los ataques, algunos gobernantes hacían lo más fácil: trasladar sus sedes lejos de la costa, algo que Diego no podía hacer. Santiago de Compostela era inamovible, pero tenía que hacer algo, no podía seguir defendiéndose con murallas más altas y sentarse a esperar.
Y en el año 1112 cayó la gota que colmó el vaso. Una flota de normandos en viaje de peregrinación a Roma y Palestina entraba en la Ría de Vigo, arrasando la zona, una acción que solían repetir en sus viajes a Tierra Santa. Diego, harto, decidió reunir una flota de embarcaciones de pescadores que atacó a los piratas, tomando y hundiendo sus naves y recuperando el control de la zona.
Tras aquella victoria Diego Xelmírez llegó a una lógica conclusión: Si habían conseguido el éxito con unos medios navales tan precarios, con una armada más poderosa podría pasar al ataque, adelantarse a los piratas y defender con muchas más garantías Galicia sin tener que hacerles frente en tierra firme, donde todos sabían que eran mucho más peligrosos.
Dicho y hecho. Construyó unos astilleros en Iria Flavia (algunos historiadores creen que amplió los existentes de la época romana) convirtiendo este lugar en el puerto de Santiago de Compostela. Pero Xelmírez se encontró con un grave problema, no encontraba a nadie capacitado para encabezar la construcción de una flota de semejantes características en la zona, ya que los gallegos eran expertos en pequeñas embarcaciones, no en monstruosos buques de guerra, así que envió emisarios a Génova y Pisa para contratar a los mejores constructores de este tipo de barcos que se podían encontrar.
Su ofrecimiento consiguió atraer a Galicia en el año 1115 a uno de los mayores expertos de buques de guerra genoveses, Augerio, un maestro constructor de galeras, junto a sus mejores hombres directamente desde Pisa, con los que comenzó en Iria Flavia a construir dos fabulosas galeras de guerra, costeadas por el mismo Diego. Finalizada la construcción de las galeras, se formó a 200 hombres que serían parte de su tripulación, entrenados para el combate, el mar y la guerra.
Mientras tanto reforzó las defensas estáticas costeras, mejoró las Torres de Oeste con nuevas torres y mejores murallas, convirtiéndolas en inexpugnables y pasando a ser consideradas, debido a su importancia estratégica, “llave y sello de Galicia”. Además, puso en marcha una serie de puestos de vigía a lo largo de la costa, una extraordinaria línea defensiva desde la que se podía alertar en pocos minutos a las ciudades y fortalezas de la llegada de invasores por mar y así proceder al refuerzo de sus defensas.
Y llegó el día en que la flota se vio obligada a pasar por su bautismo de fuego. Durante ese año 1115 tuvo lugar el ataque más importante a las costas gallegas por parte de piratas musulmanes, que ya habían arrasado las costas atlántica y cantábrica de la Península Ibérica. En verano de ese año Diego dio orden de atacar a los piratas y hacerles pagar por todo el sufrimiento ocasionado.
El ataque fue un éxito, la flota musulmana fue destruida y la expedición de castigo arrasó Portugal hasta el Algarve apoderándose de numerosos prisioneros y de un fabuloso botín con el que se llegó a costear la mayor parte de la construcción de la marina de guerra de Xelmírez, que estaba compuesta por las dos galeras, pequeñas embarcaciones adaptadas para el combate naval y alguna de las naves normandas que habían sido capturadas tres años antes.
Los musulmanes, pensando que la suerte les había jugado una mala pasada, intentaron nuevas incursiones en el año 1120 y en el 1122 siendo fuertemente derrotados por aquella fabulosa marina de guerra de Xelmírez, la primera flota de guerra de la que tenemos noticia que haya surcado los mares de la Península.
Lo que en principio se había concebido como una armada defensiva pasó al ataque alcanzando los puertos de partida de los piratas, imponiéndose en la mar contra todos sus rivales y lanzando una clara advertencia: los que se atrevieran a atacar Galicia se enfrentarían a ella.
Al restablecer la seguridad en la franja costera gallega, Xelmírez consiguió el retorno de los pobladores que habían buscado refugio de los ataques piratas en el interior, provocando el resurgimiento y la prosperidad de pueblos litorales como Noia, Pontevedra o Tui.
Y así continuó defendiendo las costas gallegas esta flota naval que se iba reforzando con la construcción de nuevas embarcaciones de menor porte y con naves capturadas a sus enemigos. El terror que levantaba a su paso consiguió que la amenaza pirata desapareciese, dejando de ser necesaria, provocando que se disolviese debido a su alto coste de mantenimiento, que el arzobispo no podía asumir.
Pero el ejemplo del gallego tardó en calar en el resto de los reinos cristianos. No sería hasta comienzos del siglo XVI cuando en el Mediterráneo surgiría la primera flota militar española propiamente dicha, comandada por Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, bajo las órdenes de los Reyes Católicos, Isabel y Fernando.
Diego Xelmírez fallecía en el año 1140 convertido en fundador de la primera marina de guerra creada para defender la costa española, la primera armada organizada conocida en la Península Ibérica y precursora de la futura Marina de Castilla y de la Armada española.
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