La sorprendente historia de cómo el arzobispo de Santiago, artífice de su grandeza, robó cuatro reliquias de la cercana Braga, quedándose en Compostela durante 900 años
The Italian Job, La Jungla de Cristal, Ocean's Eleven, Heat o Misión Imposible son fantásticas películas en las que se narran robos imposibles usando métodos y planes increíbles. No menos increíble, y también digno de la mejor superproducción de Hollywood, fue el robo perpetrado hace más de 900 años por el primer arzobispo de Santiago de Compostela, Diego Xelmírez. Posiblemente se trate de uno de los robos más osados de la historia: el robo de las reliquias de cuatro Santos de la Iglesia Católica de la Archidiócesis de Braga, su gran rival por la supremacía galaicoportuguesa. Esta es la historia real de un arzobispo y gran ladrón que, mientras daba la misa con una mano, robaba Santos con la otra: Diego Xelmírez.
Diego Xelmírez fue uno de los grandes personajes históricos de Galicia sin el cual, posiblemente, nuestra historia sería sustancialmente distinta, con toda seguridad bastante peor. Fue el gran impulsor de las obras de la Catedral de Santiago, formó la primera Armada de guerra de la Península, la primera línea defensiva costera comunicada para defender el Reino de Galicia y ordenó la escritura del Códice Calixtino.
Gracias a su estrecho contacto con Roma y Alfonso VII, conseguiría en el año 1120 para la ciudad Compostelana el rango Arzobispal, además de grandes poderes tales como impartir justicia o acuñar moneda (potestad que solo ostentaban los Reyes). Todo este poder, sumado a la riqueza que aportaban las peregrinaciones, convierten a Xelmírez en “gobernador” de Galicia y legado pontificio, siendo la mayor autoridad eclesiástica de la Península Ibérica.
Y entre tanta política, tanta iglesia y tantas riquezas, Diego decide que las reliquias de los santos que hay en las iglesias de Braga se merecen un mejor lugar, como Santiago de Compostela, así que puso en marcha su plan.
A finales del año 1102, dos años después de ser nombrado Obispo, Diego parte a la ciudad de Braga, donde es cálidamente recibido por San Giraldo, Obispo de la ciudad, que ni se imaginaba lo que se le venía encima.
Sin prisa, pero sin pausa, Xelmírez se dirigió a varias de las iglesias de Braga para celebrar misa y, con nocturnidad y alevosía, hacerse con las reliquias de San Fructuoso, San Cucufate, San Silvestre y Santa Susana sin que los fieles ni el Obispo lo vieran venir, en una operación que duró varios días.
Tras “rescatar” las reliquias, la comitiva deja atrás las tierras de Braga, pero el robo ya se había detectado. Es entonces cuando Xelmírez confía las reliquias a uno de sus acompañantes para que se adelante con ellas, las custodie y las ponga a buen recaudo en Tui, mientras él sigue su tranquilo camino hacia Compostela sin despertar sospechas.
Tras reencontrarse con las reliquias, hizo avanzar a sus mensajeros para que advirtiesen a la ciudad compostelana de la inminente llegada de los Santos y se preparara un recibimiento con la solemnidad que les correspondía. Diego, al frente de la comitiva formada por una multitud, depositaba los restos en la Catedral a excepción de los de Santa Susana. Era el 19 de diciembre de 1102. El Papa Pascual II ordenaría la devolución de los santos restos, pero su orden nunca fue cumplida.
Santa Susana acabaría convirtiéndose en copatrona de Santiago de Compostela y San Fructuoso, San Cucufate y San Silvestre permanecerían en la Catedral y en la capilla de reliquias hasta que fueron devueltos a la Iglesia de Braga en 1994.
Braga quiso vengarse de la ofensa y se hizo con la cabeza de Santiago en Jerusalén. De esta manera, Xelmírez nunca tendría el cuerpo del Apóstol completo. Pero cometieron un error, la cabeza que se habían traído de Jerusalén no era la del Apóstol Santiago, sino la de Santiago Alfeo. En 1116, Doña Urraca se hacía con esa cabeza y se la donaba a Xelmírez. Ahora Santiago no tenía una cabeza, tenía dos, aunque de dos Santiagos diferentes.
Así fue como este disparatado suceso, conocido como el “Pio Latrocinio, la Translatio de los Santos Mártires de Braga a Compostela”, pasó a la historia de la cristiandad como un robo maestro, perfectamente planificado y ejecutado, quizá el mayor robo de la Cristiandad. La importancia de estas reliquias fue tal que se considera que, sin ellas, Santiago nunca habría llegado a ser uno de los tres grandes del cristianismo, junto a Roma y Jerusalén.
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