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El azabache, la piedra mágica gallega

Por muchos es conocido, al llegar a Santiago de Compostela, el azabache. Todos conocemos el dicho: “negro como el azabache”. Pues sí, es esa piedra semipreciosa, de color negro, muchas veces en forma de puño (la figa), que tanto abunda en las joyerías y tiendas de souvenirs de Santiago de Compostela. Para muchos un misterio desconocido, para otros un amuleto protector. Hoy vamos a hablar del azabache.

El azabache era (y es), junto con la plata, uno de los distintivos siempre presentes en nuestra ciudad, como bien lo atestiguan las plazas Platerías y Azabachería (hoy conocida como plaza de la Inmaculada). Allí se encontraban los azabacheros, el gremio de los artesanos que esculpían el azabache. Esa plaza servía de entrada y paso final de los Caminos Primitivo, del Norte y francés, que se unían ya en su última etapa. Y los peregrinos podían deleitarse viendo esta hermosa piedra de color negro.

El azabache, amuleto protector en el camino de Santiago, originario de Asturias. Y que muchos peregrinos traían consigo ésta hermosa piedra desde esta comunidad. Y tal y como la encontraba, en bruto, la hacían llegar con ellos a Santiago, donde se la depositaban a los azabacheros para que se la tallaran en diversas formas, siendo la tradicional la forma de puño, con el dedo pulgar entre el índice y el corazón (la figa), o con el paso del tiempo la forma de la vieira o la cruz de Santiago. Hay que decir también que el azabache estaba ligado con el Camino, pues se consideraba un amuleto protector. La propia figa se creía que protegía del mal de ojo, de las envidias o de los males en general.

El gremio de los azabacheros era de los más importantes en Compostela. Se vendieron millones de piezas a los peregrinos a lo largo de la historia; pues los peregrinos buscaban insignias, amuletos y recuerdos de su peregrinación. La Cofradía de Azabacheros nació en 1410, cuando el oficio ya había logrado una buena organización interna y, debido a la prosperidad del negocio, absorbido el gremio de los concheiros. Se conservan sus ordenanzas de 1443, confirmadas por el arzobispo Lope de Mendoza. Éstas regulaban el oficio desde el aprendizaje a la venta y hasta la comercialización; proponían medidas para vigilar la calidad del azabache; y los dotaban de un monopolio, pues, sin haber sido admitido por el cabildo de azabacheros, no se podía ejercer de azabachero ni vender azabache. Uno de los recursos con los que contaban para comprobar la calidad del azabache era pasar la prueba de “tomar a palla”. Se frotaba la pieza contra un paño de lana para que se cargase de electricidad estática. Si no atraía pedacitos de paja era señal de ser otro tipo de piedra negra, pero no azabache.

La pieza elaborada en azabache más antigua de España es un colgante que se encontró en la Cueva de Caldas (Oviedo) y pertenece al Solutrense Superior en torno al 15.000 a.C. La zona donde es más abundante en Asturias es la de Villaviciosa.

Fue a partir del siglo XI que comenzó a desarrollarse esta industria, culminando su apogeo en la Edad Media, hasta poder encontrarla en la actualidad. Pero cabe mencionar también que sufrió períodos de crisis, pues llegó a prohibirse la práctica de bendecir la figa y el propio azabache. Para la Iglesia un símbolo supersticioso no era bien recibido. Aun así, en el caso de nuestra ciudad, sí se seguía haciendo esta práctica. Los peregrinos se llegaban con el azabache a Compostela y con esto propiciaron el crecimiento del gremio de los azabacheros, hasta ocupar la totalidad de la Plaza de la Azabachería.

En cuanto a sus orígenes, ¿de dónde procede el azabache? Tenemos que viajar mucho hacia atrás en el tiempo. Viajamos a la era del Cretáceo (hace 145 millones de años), antes de la era Jurásica. Se originó a partir de troncos de árboles sometidos a altas presiones. Podríamos decir, por lo tanto y a modo de resumen, que el azabache se trata se carbón fosilizado.

La palabra azabache que utilizamos en español tiene un origen árabe. Es un material muy frágil, con lo cual su extracción siempre se realiza de forma manual. También es blando y suave al tacto, provocando la dificultad de su tallado. Es por ello por lo que la labor de los azabacheros sea tan apreciada. Y decir también que es muy ligero, lo que significa que, si vemos una pieza de azabache de gran tamaño, pesará menos de lo que nos imaginamos.

El mejor azabache del mundo se considera el de Asturias. Y como no, gracias a su tradición y gracias al Camino, el azabache impregna incluso hoy en día todas las calles del casco histórico de Compostela.


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