Después de siglos, sigue asombrando a los y las presentes con su vaivén mientras suena el Himno del Apóstol en el interior de la catedral
El término botafumeiro proviene del gallego y es una voz compuesta por la raíz del verbo botar (“lanzar” en castellano), la palabra fume (traducida como “humo”). Se podría traducir, literalmente, como “lanzador de humo”.
Este botafumeiro de latón mide 1,50m y pesa 62kg, cifra a la que le hay que añadir el medio kilo de carbón e incienso que se coloca en su interior. Antes de las reformas del año 2006, pesaba 53kg, pero se le dio un baño de plata que aumentó su peso. La cuerda que ata este enorme artefacto al crucero de la Catedral y lo sostiene durante su vuelo, tiene una longitud de 65m y pesa casi 100 kg.
En la antigüedad era común que los peregrinos, tras semanas caminando, durmiesen en el interior de la Catedral. La mayoría llegaban sudorosos y desaseados; algunos incluso enfermos. El olor que esta congregación desprendía es fácil y desagradable de imaginar. De ahí la necesidad de un incensario que higienizase el ambiente.
Desde su creación no solo ha cambiado el propio botafumeiro, sino también el sistema de funcionamiento del mismo.
Actualmente, el mecanismo está accionado por un complejo sistema de poleas y rodaduras. Ocho hombres, conocidos como tiraboleiros, ejercen su fuerza para que inicie su movimiento y continúan tirando cada uno de un cabo de la cuerda para ir añadiendo velocidad. Al finalizar los 17 recorridos completos.
El botafumeiro cuelga de la cúpula central de la Catedral, donde inicia su oscilación por el crucero sobre las naves laterales, desde la puerta que da a la Praza da Azabachería hasta la puerta de la Praza das Praterías. Durante su vuelo está suspendido a 20m de altura y llega a alcanzar una velocidad de 68km/h, adquiriendo una enorme energía que abruma a cualquier espectador.
Debido a la intensa energía que acumula este pesado incensario al alcanzar su máxima velocidad, ha habido algún que otro incidente a lo largo de su historia.
En 1499, concretamente el día del Apóstol, la princesa Catalina de Aragón se encontraba de visita en la ciudad. Mientras admiraba al botafumeiro alzar su vuelo, algo no salió según lo planeado y una de las cuerdas del artefacto se rompió. Con una fuerza colosal este atravesó el rosetón de la Catedral, aterrizando en la Fonte dos Cabalos, justo cuando una castañera pasaba por allí. Cabe destacar, que esta historia transmitida de generación en generación esconde un halo de leyenda, pues las leyes físicas han demostrado que no es posible que esto sucediera tal y como se cuenta.
En la actualidad, por precaución, la zona del presbiterio se despeja cuando se acciona el botafumeiro, de manera que los visitantes y feligreses puedan disfrutar y emocionarse, sin correr riesgos, del incensario sobrevolando sus cabezas.
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