Santiago es el nombre de las mil caras. Diego, Jaime, Jaume, Jacobo, Iago, Yago, Tiago, Xacobo... Todos ellos son variantes procedentes del primigenio Jacob hebreo que pasó al griego como Iákobos y al latín como Iacobus para derivar en el Medievo a Jacomu y de ahí a todas estas formas en cada uno de los idiomas que alumbró la lengua de Roma en la península Ibérica. En castellano, la forma que más éxito tuvo fue Yago, que de tanto pronunciarse junto con el «sant» que señalaba la santidad del discípulo de Jesús acabó siendo Santiago, en una única palabra. Y han sido muchos los compostelanos que a lo largo de los siglos han bautizado con este nombre a sus hijos, una tradición que, sin embargo, se ha ido perdiendo poco a poco en los últimos años.
Todos estos nombres provienen del hebreo "Yaakov", que pasó al latín como "Iacobus", "Jacomu" en latín medieval. En la zona este de la península, se convierte en "Jacme", Jaime en Aragón y Jaume en Cataluña.
En el centro y oeste de la península, "Jacomu" pasa a ser Yago. Sant'Yago, con la fama del santo compostelano, se convierte en nombre por derecho propio ("Santiago").
"Diego" proviene de un corte erróneo de "Sant'Yago"> "San Tyago" > Tiago > Diego. Observa cómo el proceso de separación es contrario al de fusión que convierte "Yago" en "Santiago".
La evolución del "Jacomu" en Francia da lugar a "Jacques", "Giacomo" en Italia, y a "James" en Inglaterra.
Por último, "Jacobo" (un nombre en desuso, pero no es raro oír los nombres de reyes "James" traducidos al castellano como "Jacobo I" o "Jacobo II") deriva directamente del ya mencionado hebreo.
Diminutivos del nombre Santiago
Santi: Santi es el diminutivo por excelencia de aquellos llamados Santiago.
Tiago: muchos otros Santiago prefieren decantarse por el diminutivo "Tiago", aunque este y su versión más conocida (Thiago) existe también como nombre propio.
Yago: ocurre lo mismo que con "Tiago"; sirve como diminutivo de aquellos llamados Santiago, pero se considera también un nombre propio.
Jaime I el Conquistador se llamó así por una vela a Santiago, que fue la forma de decidir qué nombre de apóstol ponerle al niño
El rey Jaime I el Conquistador murió en el año 1276. Y había nacido en 1208. Era hijo de Pedro II de Aragón y María de Montpellier. En 1213 murieron su madre, en abril, y su padre, en septiembre. Por ello fue rey de Aragón desde los 5 años, aunque al principio hubo una regencia. Pero, en cualquier caso, lo que nos interesa ocurrió cuando aún era un bebé.
Hubo unos cuantos líos tanto en su concepción como durante su niñez. Sus padres no se llevaban bien y hasta asegura la leyenda que Pedro II de Aragón fue engañado para ir a la cama con su esposa, porque en realidad pensaba que estaba con otra dama. Sólo así consiguió María de Montpellier quedar en cinta.
Según la tradición, el recién nacido debería haberse llamado Alfonso, como su abuelo paterno, que no fue otro que Alfonso II de Aragón. Pero esas malas relaciones entre sus padres hicieron que se descartara el nombre.
Ante la duda, la reina pidió que se encendieran 12 cirios, cada uno de ellos con el nombre de uno de los apóstoles. Aquel cirio que durara más tiempo encendido, sin consumirse, le daría el nombre al niño.
Si lo pensamos, aunque eran 12 en realidad se jugaba la partida entre 10 nombres. Porque entre los 12 apóstoles había 2 Santiago y 2 Judas.
El último cirio en consumirse o apagarse fue el de Santiago el Mayor, y por eso el futuro rey de Aragón, de Mallorca y de Valencia, además de conde de Barcelona y de Urgel y señor de Montpellier, se llamó Jaime. Porque Santiago es lo mismo que Jaime, y que Jacobo, que Jaume, Jacques, James…
El nombre de Jaime no tenía precedente entre los reyes de Aragón. Pero tras él, su hijo sería señor de Montpellier y rey de Mallorca con el nombre de Jaime II. Y luego habría más reyes con ese nombre.
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