El mejillón es un molusco bivalvo cuyo nombre científico es Mytilus, siendo las dos especies europeas más comunes el M. edulis, más abundante en el Norte de Europa y el M. Galloprovincialis, de amplia distribución en el litoral de la Península Ibérica.
El primero, alcanza la madurez sexual a la edad de un año, mientras que M. galloprovincialis empieza a madurar sexualmente a los 40-50 mm lo que corresponde a los 6-7 meses de edad y alcanza los 8-9 cm (talla comercial) en un año y medio.
El mejillón presenta los sexos separados. Las hembras tienen la carne de un color anaranjado, mientras que los machos adoptan una coloración amarillo pálido o blanquecino. No obstante, pueden aparecer individuos hermafroditas.
La fecundación es externa. Los gametos, espermatozoides y oocitos, se liberan al agua en donde tiene lugar la fecundación. Las larvas, después de 1-2 meses de vida planctónica, dependiendo del momento del año, sufren una metamorfosis adquiriendo aspecto ya de mejillón adulto y se fijan a lo primero que se encuentran, teniendo afinidad por los sustratos de tipo filamentoso.
La cantidad de oocitos que puede producir una hembra, depende de su talla. Así, a lo largo de su vida se incrementará el número de su puesta llegando incluso a los 25.000.000 de huevos que puede producir un ejemplar de unos 9 cm, aunque se ha estimado que como mucho tan solo un 10% llegan a desarrollarse.
Son moluscos filtradores de la materia orgánica que se encuentra suspendida en el agua y donde el fitoplancton representa su dieta que influye en su rápido crecimiento y desarrollo.
La velocidad de filtración o cantidad de agua que atraviesa sus branquias por unidad de tiempo guarda una relación directa con el tamaño de los ejemplares, así un mejillón de 5 cm puede filtrar 5 litros/hora.
Por extensión, los mejillones de una cuerda son capaces de filtrar al día no menos de 90.000 litros de agua y los de una batea alrededor de 70 millones de litros en el mismo tiempo.
Ya se considera la zona de las Rías altas, como zona de producción mejillonera y esto hace que en Galicia haya aproximadamente 3.400 bateas distribuidas en las rías de Ares – Betanzos, Muros, Arosa, Pontevedra y Vigo.
Para entender bien su cultivo, por supuesto, hay que saber antes cómo es el mejillón, una especie singular frente a sus otros primos moluscos y un animal sedentario. Esto quiere decir que, tras ser fecundadas, sus larvas nadan libremente y transcurridos cinco días se fijan definitivamente a una superficie a través de su biso (la parte de pelos que arrancamos para poder comerlo). Para su cultivo, sólo hay que elegir dónde queremos que se fije.
¿Qué es una batea? La batea es un sistema de cultivo, viveros flotantes que constan de dos partes: la superficial, de forma rectangular y construida con travesaños de madera de eucalipto con flotadores, y la sumergida, conformada por las cuerdas donde se adhiere el mejillón. Como estarás acostumbrado a ver en las imágenes de las rías gallegas, estas plataformas están unidas a varios flotadores de fibra de vidrio que están anclados al fondo del mar y hacen que la batea no se mueva.
Entre el 9 enero y abril se obtienen las crías y se van fijando a mano a las cuerdas colgantes con la ayuda de una manga de red biodegradable que desaparecerá al cabo de unos días.
A los cinco meses, al crecer de tamaño, se realiza el “desdoble”, una operación que se realiza sobre la cubierta de un barco con la que se iza la cuerda, se separan las piezas de mejillones y se vuelven a encordar para que crezcan. Los mejillones permanecerán otros nueve meses y su crecimiento dependerá de múltiples factores comparables casi a la agricultura: los factores meteorológicos, los parásitos, las oscilaciones de temperatura, la riqueza de las aguas…
¿Cuánto produce una batea?
El Consejo Regulador de la DOP Mexillón de Galicia establece un máximo de 500 cuerdas por batea, siendo cada una de ellas de 12 metros de longitud como máximo. Pero lo habitual es cada batea tenga unas 400 cuerdas de 5 a 10 metros de longitud. De ellas se obtienen en torno a 20 kilos de mejillón adulto por cada metro, lo que supone una producción anual media por cada batea de entre 40 y 80 toneladas de mejillón, aunque en algunos casos se llega a sobrepasar las 100 toneladas anuales. En 2019, la producción de mejillón certificado dentro de la DOP Mexillón de Galicia superó todos los registros con 56.000 toneladas.
En la actualidad, uno de los mayores retos del sector pasa por el control de las mareas rojas, episodios tóxicos naturales en los que microalgas generan sustancias tóxicas que pueden llegar a paralizar la actividad. Además, un reto que nos interesa es cómo están comenzando a dar segundo uso a un residuo tan abundante como la concha de mejillón. Así, la industria está volviendo a apostar por no dejar que se convierta en un residuo y reutilizarla y aprovecharla como se había hecho toda la vida: para pavimento de calles y carreteras, recubrimiento de fachadas o en trituración de harinas para piensos compuestos y fertilizantes. Una industria con mucho pasado y que también puede tener mucho futuro.