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Si algo define a las aguas termales es, como su propio nombre indica, la temperatura a la que surgen del manantial. Es esta condición, junto a su alto contenido en minerales, la que aporta buena parte de los beneficios a estas aguas. Pero ¿por qué el agua termal mana a alta temperatura?

La abundante presencia de aguas termales en Ourense es un hecho que siempre ha influido en la vida y configuración de la ciudad, siendo durante siglos origen de leyendas y mitos con los que nuestros antepasados intentaron explicar que brotase agua caliente de las entrañas de la tierra.

Así se diferencian cinco grandes tipos: aguas frías a menos de 20 grados, hipotermales con una temperatura de entre 20 y 35 grados, mesotermales entre 35 y 45 grados, hipertermales si oscilan entre los 45 y 100 grados y supertermales entre los 100 y 150 grados.

Es sabido que la temperatura de la tierra va aumentando según se profundiza en ella. (Hasta llegar al núcleo en el que puede superar los 6.700 ºC.) Esa relación de temperatura/ profundidad es lo que se conoce como Gradiente Geotérmico. Esta medida no es un valor uniforme y varía mucho de unas regiones a otras del planeta. En Galicia, partiendo de 14º a unos 15 metros de profundidad, el Gradiente Geotérmico se sitúa, aproximadamente, en los 30 o 33ºC por Km., lo que supone un incremento de 1ºC cada 33 metros de descenso. Así la temperatura de los 100 grados se alcanzaría al llegar a los 3 Km.

Ejemplo de unas aguas “meteóricas”: Lluvia, nieve, pedrisco..., una parte de ellas va a los arroyos, a los ríos y al mar. Otra se infiltra en la tierra y corre por vetas subterráneas aflorando en pozos y manantiales. Y una tercera parte, quizá la más pequeña, se cuela, se infiltra por entre las rendijas de la litosfera desembocando en honduras de varios cientos (o quizás miles) de metros donde se calienta a grandes temperaturas llegando, incluso, a hervir y a evaporarse. Ese vapor y esa agua caldeada buscarán una salida. No pueden salir por la misma grieta porque la presión que ejerce el agua entrante es muy fuerte. Esa misma presión empujará el agua caliente, a través de otra grieta hasta la superficie. Según sean los minerales de las vetas recorridas tal serán los componentes de cada una de las diversas aguas. Por eso resulta que de todas las que hay en Ourense, aun siendo parecidas, no hay dos exactamente iguales en su composición. En cuanto a la temperatura de salida, tampoco hay dos aguas con la misma, bien porque salen de profundidades diferentes o bien porque se mezclan con agua fría que encuentran en el camino de vuelta.

En la actualidad los estudios geológicos estiman más de 70 surgencias termales en Ourense, con un caudal superior a los tres millones de litros diarios, una cantidad que en Europa solo supera Budapest. El fenómeno se debe a la composición granítica del suelo, lleno de fracturas por donde se filtra el agua de la lluvia hasta varios kilómetros de profundidad. Es allí abajo donde se calienta el agua que luego, al manar a la superficie por juegos de presiones, va adquiriendo las propiedades minerales de estas rocas.

Dependiendo del tipo de tierra del que surja el manantial, el agua contendrá una cantidad de minerales u otra, lo que determinará sus propiedades y aplicaciones en la hidroterapia.

Además, al ser un agua profunda, ha sido filtrada lo que reduce sus bacterias y contaminantes al tiempo que aumenta su pureza.

Sea como fuere, hicieron falta siglos de ciencia para llegar a esta conclusión, y la tradición ha sido pródiga en originales explicaciones, especialmente sobre los manantiales de As Burgas, conocidos y explotados desde tiempos remotos. Se hablaba de un volcán bajo la cercana montaña de Montealegre, que algún día habría de explotar por obra del diablo, llevándose consigo a la ciudad; o que provenían de los pies del Santo Cristo, en la Catedral, hecho que «explicaría» sus bondades terapéuticas.

La ciudad nace con los romanos, quienes comienzan a asentarse en la zona atraídos, en gran medida, por la presencia de manantiales de agua caliente. De hecho, el nombre de Aquis Aurienses con el que se conocía el lugar remite a una «aguas de oro», bien por el mineral depositado en la cuenca del Miño que los romanos habrían explotado, bien por el valor de los manantiales terapéuticos.

De hecho, el carácter sagrado de las aguas de As Burgas ha sido una constante en la historia, y se mantiene en cierta forma, como recuerda la hornacina con la Virgen del Posío que hoy se encuentra en sus jardines. La primera ara romana encontrada en la zona en el siglo XIX confirmó el culto a las ninfas de los manantiales. Las excavaciones siguientes, ya en el siglo XX, ampliarían el espectro al presentar el nombre de Revve Anabaraego, una deidad prerromana a la que, antes de las ninfas, también se le dedicaron numerosas aras. Hoy se pueden visitar en la zona los restos de la piscina-santuario levantada en su honor en el siglo I d.C, testimonio de que en tiempos de la ocupación romana este era un espacio central de culto cuya fama traspasaba los límites del asentamiento.

Es probable que los manantiales que afloran en las orillas del Miño hayan sido también objeto de cuentos y leyendas, aunque apenas queda constancia de ellas. No obstante, ha quedado en el recuerdo el nombre de Ana Manana, un ser fantástico con apariencia de mujer de gran hermosura que habitaba en las fuentes del pozo Maimón, enfrente de la zona termal de Outariz.

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