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La historia de nueve poderosos obispos que renunciaron a su estatus para retirarse a este recóndito cenobio ya se recoge en los textos de la época. Llegaron de diferentes partes de la península ibérica. Fue una sorpresa para sus contemporáneos y un honor para quienes ya habitaban Santo Estevo, tanto que el escudo del monasterio contiene nueve mitras, en memoria de este acontecimiento.

Cuando los obispos fallecieron, sus cuerpos se enterraron en un lugar privilegiado que hoy se conoce como Claustro de los Obispos. Más tarde se trasladaron al interior de la iglesia para ser venerados. Hoy en día, los restos descansan en un relicario del siglo XVII recientemente restaurado. Fue en esta restauración cuando realidad y ficción quedaron unidas, pero para entender esto hay que hablar primero de la leyenda.

Pero, como suele ocurrir, las leyendas suelen tener parte de realidad. Los nueve anillos existieron y cuatro de ellos fueron descubiertos hace unos días en el Monasterio. Hoy descubriremos esta Leyenda que se convirtió en realidad y que nos obligará a reescribir los libros de historia.

El Monasterio de Santo Estevo de Ribas de Sil se encuentra en pleno corazón de la Ribeira Sacra, en la provincia de Ourense, en una zona esplendorosa, en la que se encuentra la mayor concentración de iglesias y monasterios románicos de toda Galicia, y enmarcada por los conocidos como Cañones del Sil, el afluente más importante del Río Miño. El monasterio está situado en el Municipio de Nogueira de Ramuín.

Entre los siglos X y XI, la fama del nuevo monasterio de Santo Estevo trascendió fronteras. Había sido reedificado por el abad Franquila, según privilegio de reconstrucción firmado por el monarca Ordoño II sobre unos cenobios de los siglos VI y VII relacionados con San Martín Dumiense, el (Apóstol de los suevos).

Tras albergar distintos usos, en el siglo XIX pasa a ser propiedad del Estado y se mantuvo abandonado y en ruinas hasta 1985, año en el que, tras aprobarse la Ley de Patrimonio Histórico, es declarado Bien de Interés Cultural, y comienzan los proyectos para su restauración. En el año 2004 pasa a formar parte de la Red de Paradores de Turismo, como uno de sus establecimientos de mayor categoría, ayudando además a revitalizar el turismo de la Ribeira Sacra.

Santo Estevo llegó a ostentar un gran poder debido a que, en el siglo X, nueve obispos lo eligieron como lugar de retiro o refugio (no está claro cuál de los dos motivos les llevó a este paraje) en el que acabar sus días. La historia de los Nueve ya se menciona en textos de la época, aunque son algunas fuentes del siglo XVI las que los identifican con nombre y diócesis: Ansurio, Vimarasio, Gonzalo, Froalengo, Serando, Viliulfo, Pelayo, Alfonso y Pedro. Venían de diferentes ubicaciones: Astorga, Ourense, Coimbra y Braga. Cada obispo tenía su propio anillo episcopal y su mitra, gorro alto y apuntado.

La única riqueza que portaron en su huida aquellos 9 eclesiásticos fueron sus anillos episcopales, el símbolo de su autoridad católica. Años después, cuando los obispos iban falleciendo, depositaban su anillo en un cofre de plata que —según tengo entendido— se depositaba a los pies del altar de la iglesia.

Cuando los 9 obispos fallecieron y los 9 anillos quedaron depositados en el cofre, los fieles comenzaron a asegurar que aquella arqueta tenía poderes mágicos. Arrieros y peregrinos extendían aquellas historias que se empezaron a contar dentro de las paredes del monasterio, asegurando que la presencia de 9 anillos con extraordinarios poderes que trajeron consigo unos antiguos obispos refugiados allí años atrás.

Los rumores corrieron como la pólvora. Se contaban historias de cómo, cuando estaban con vida, aquellos obispos conseguían con sus anillos expulsar demonios de poseídos, lograban curaciones milagros e incluso, ya con los obispos desaparecidos, aseguraban que la sola presencia del cofre de los 9 anillos podía conceder deseos y obrar milagros.

Hasta aquel monasterio gallego comenzaron a llegar fieles en busca de milagros y para poder contemplar la reliquia de los 9 anillos en persona.

Entre las curaciones atribuidas a los anillos —conservadas por escrito— figura la de una niña ciega de nacimiento y la de un tullido que llevaba en cama más de un año.

Cuentan que los peregrinos dejaban cuantiosas limosnas con las que pudieron construir, en el siglo XIII, el “Claustro dos Bispos”, el más antiguo del cenobio recibiendo este nombre en recuerdo de los 9. Según se dice, el cofre con los anillos estuvo en el monasterio hasta el siglo XVII, de ahí en adelante no se supo más.

Son historias que hacen pensar en nuevas historias, y todo muy cerca de nosotros, en la España mágica. El monasterio, hoy reconvertido en Parador Nacional está muy cerca de los cañones del Sil, en un paraje sobrecogedor, rodeado de frondosos bosques por sus cuatro caras.

El mito de estas reliquias, con el tiempo, cayó en el olvido, incluso entre los pocos habitantes del pequeño pueblo de Santo Estevo. No obstante, un eco de la historia llegó a oídos de la escritora María Oruña, que, tras un tiempo de investigación, se documentó lo suficiente para basar en ella su última novela El bosque de los cuatro vientos, que ya va por la cuarta edición. Lo que nunca hubiera sospechado es que el relato adquiriera vida propia y cerrase un círculo más fantástico que la pura ficción.

Unos tres meses después de la publicación del libro, la leyenda ha pasado al plano de la realidad. Unos trabajos de restauración de los relicarios laterales de la iglesia, donde se hallan los restos mortales de los nueve obispos, han dado con los anillos, que se encontraban en el interior de una bolsa de tela (probablemente de seda) con bordados en hilo de oro.

En concreto, solo había cuatro de los nueve, pero una pequeña etiqueta en pergamino aclaraba esta cuestión. "Estos cuatro anillos son de los que quedaron de los nueve Santos Obispos.

Galicia Mística
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