top of page
cooltext362443374599427.png
las_burgas_ourense_01.jpg

Las aguas calientes han suscitado desde antiguo el interés tanto de personas como de animales, que han buscado en sus propiedades mineromedicinales un beneficio para su estado de salud.

Todos los manantiales de aguas termales provienen en su origen de la infiltración del agua de lluvia. Ésta se almacena en los materiales acuíferos que van profundizando y a su vez aumentando la temperatura progresivamente.

Así, las aguas profundas que fluyen en el acuífero ascienden rápidamente a superficie a través de fracturas. Aparte de su elevada temperatura, esta agua se caracteriza por llevar disueltas muchas sales, gases y elementos minoritarios, algunos ligeramente radiactivos, todo ello de efectos muy beneficiosos para las personas, que utilizaron estos emplazamientos para baños, ingesta de aguas, así como unción de barros y lodos.

Si bien sabemos que la «olla» ourensana que forman los ríos Miño, Loña y Barbaña ya estaba habitada durante la Edad de Bronce, la ciudad nace con los romanos, quienes comienzan a asentarse en la zona atraídos, en gran medida, por la presencia de manantiales de agua caliente. De hecho, el nombre de Aquis Aurienses con el que se conocía el lugar remite a una «aguas de oro», bien por el mineral depositado en la cuenca del Miño que los romanos habrían explotado, bien por el valor de los manantiales terapéuticos.

Un ejemplo son las termas de As Burgas, las más antiguas de la ciudad y quizá las más conocidas.

As Burgas están en pleno casco histórico ourensano y se componen de tres fuentes distintas, que oscilan entre los 64 y los 81ºC.

La fuente monumental o «Burga de Abaixo» (s. XIX), la explanada central, donde se encuentra la piscina termal, y la «Burga de Arriba» (s. XVII). Un paseo en la zona superior permite disfrutar de los restos arqueológicos aquí encontrados, donde destaca una piscina-santuario del siglo I d.C., y conecta directamente con el centro de interpretación arqueológico-termal.

En el nivel inferior, rodeada por los que fueron los primeros jardines públicos de la ciudad, se encuentra la reconocible silueta de la «Burga de Abaixo», fuente de estilo neoclásico atribuida al maestro Trillo (s. XIX). Consta de dos caños laterales y una pila labrada con florón en el centro, coronada por el escudo de la ciudad. Fue diseñada a modo de ninfeo, morada de ninfas, evocando el pasado romano de la zona que ya entonces se intuía. En un lateral se encuentra el «Fervedoiro» (hervidero), un estanque cuadrado donde se puede ver el agua burbujeante, en aparente ebullición. Como curiosidad, he de apuntar que su enrejado fue instalado con motivo de la visita del rey Alfonso XII, en 1881.

La fuente recibe su nombre en oposición a la «Burga de Arriba», que está junto a la piscina termal, de factura más sencilla y popular pero también más antigua (s. XVII). En el recinto de la propia piscina, cuatro réplicas de aras o piedras votivas encontradas en la zona, testimonio del culto antiguo a las deidades moradoras de estas aguas calientes, a quienes se atribuían sus propiedades terapéuticas. Destaca la primera por la izquierda, en honor a las ninfas, y en la que aparece Calpurnia Abana, nombre conocidísimo en Ourense por considerarse durante muchos años el primero registrado en los anales de la ciudad. La historia completa de estas aras se puede ver en el centro de interpretación vecino, imprescindible para tener una visión global de lo que As Burgas han significado para la ciudad.

La inscripción del ara de Calpurnia aparece reproducida también en un mural de la propia piscina, y a su lado dos esculturas modernas, La casa de la nube (Borrajo, 1989) y Calpurnia Abana (Acisclo, 1989)

En la Edad Media, época que se considera oscura en la historia del termalismo europeo, las fuentes de As Burgas siguen siendo aprovechadas por la población. Es la propia iglesia católica la que protege los manantiales, pues además de cumplir una importante función preventiva frente a la temida peste y otras enfermedades, eran un alivio para los peregrinos a Santiago de Compostela que por aquí pasaban. El carácter sagrado que les dieron los romanos perdura y se adapta a los nuevos tiempos, vinculándolo ahora a la figura del Santo Cristo, en la Catedral.

El calor natural que desprenden las fuentes supuso históricamente un gran ahorro frente a otras energías como la leña y el carbón. No es de extrañar que aquí se trasladasen las industrias artesanales de la ciudad. Primero fueron las panaderías, que en el siglo XIV comienzan a instalar aquí pequeños hornos que perdurarán durante siglos. Ya en el siglo XV se asientan también triperos, curtidores y lavanderas, ocupando pilones como el que había en la explanada donde hoy se sitúa la piscina termal. Las fuentes que hoy se ven, de los siglos XVII y XIX, denotan ya una conciencia de que As Burgas era un espacio singular y central en la ciudad, no solo para sus habitantes sino también para los viajeros, que en sus diarios y crónicas dejaron constancia unánime de la sorpresa y fascinación que les producía este extraño fenómeno.

Ourense no solo cuenta con el mayor patrimonio termal urbano que existe en Galicia, también es la cabecera de un itinerario que lleva, Miño abajo a una ruta termal que discurre en paralelo al gran río gallego y recorre los municipios de Cenlle, Castrelo de Miño, Ribadavia, Arnoia, Cortegada, Melgaço, Monçâo y Caldelas de Tui.

Ourense ha creado un nuevo modelo de termalismo: las pozas. En esencia se trata de aprovechar a cielo abierto las surgencias termales y ofreciéndolas con carácter público y gratuito. Chavasqueira, Tinteiro, Muiño, Outariz, en la margen derecha y la fuente de Reza en la de la izquierda. Se complementan con los pequeños balnearios de A Chavasqueira y Outariz que también supusieron un nuevo estándar, frente al termalismo clásico de carácter más terapéutico, ofreciendo unas instalaciones donde prima lo lúdico y el relax.

Si seguimos Miño abajo nos encontraremos con Laias, inaugurado en 2001. Aguas bicarbonatadas sódicas, que emergen a 51º con un generoso caudal de 28.800 litros por hora dan servicio a un hotel balneario con cien habitaciones. Unos escasos kilómetros hacia el suroeste estaba el pequeño balneario de Castrelo de Miño, desaparecido con la construcción del embalse. Una vez en Ribadavia, a orillas del río Cerves, se encuentra Prexigueiro. Su historia es mucho más antigua que sus instalaciones, de hace un lustro. Era el manantial que Enrique Peinador quería para construir su gran balneario, en el siglo XIX. Pero no llegó a un acuerdo con los vecinos, que eran los propietarios, y se decidió finalmente por Mondariz.

En la margen izquierda, poco antes de la desembocadura del Arnoia en el Miño se encuentra la Villa Termal de Arnoia. Desde su embarcadero se puede seguir el viaje en catamarán hasta el siguiente balneario, en Cortegada.

bottom of page