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San Pedro de Rocas es casi seguro uno de los monasterios cristianos más antiguos de la península y posiblemente de Europa.

Nos vamos pues al periodo donde los suevos eligieron Galicia para fundar su poderoso reino, que persistió durante unos doscientos años. Miro, hijo de Teodomiro (1º rey católico suevo) reinaba este reino recientemente convertido al catolicismo.

En una lápida que se conserva en el museo arqueológico de Ourense, se puede ver una inscripción del año 573, que habla de una herencia que 5 habitantes del monasterio recibieron (Eufrásio, Eusanio, Quinedio, Eatio y Flavio).

Antes del siglo VI existían, solamente las cuevas. Se cree que en ellas vivían de forma semicomunitaria seis hombres que constituían un grupo cristiano.

El lugar fue abandonado en el siglo VIII, debido a los numerosos ataques sufridos por parte de los árabes. Cuenta la leyenda que, en el año 1007, un caballero llamado Gemodus dio con las ruinas del monasterio mientras estaba de cacería, y él y sus acompañantes se quedaron allí a vivir como religiosos. El primer documento escrito que habla sobre este lugar es del año 1007.

La regla benedictina es implantada por el rey Alfonso III de Asturias, o Alfonso el Magno. Con ello, llegan grandes donaciones al cenobio, y éstas son continuadas por sus sucesores Alfonso V, Alfonso VII, Fernando IV y Enrique II. En el siglo XI gran parte del edificio es destruido por un incendio, y luego reconstruido con la ayuda del abad Aloito y la comunidad de Celanova.

Durante siglos, este monasterio pasa por diversas dependencias. Ha estado vinculado a Santo Estevo de Ribas de Sil, pero en 1199 San Pedro de Rocas se convierte en el priorato más importante del monasterio de Celanova. Se une definitivamente a éste en el siglo XV.

El monasterio ha sido reconstruido de nuevo tras el año 1640, año en el que otro incendio volvió a producirse. Ésta es la última reconstrucción y la que le da aspecto actual. Desde entonces, fue abandonado por los monjes y pasó a ser casa rectoral, construida en el siglo XVII con las piedras graníticas del antiguo monasterio. Es de planta cuadrangular, y tiene balconadas con barandillas de hierro apoyadas en ménsulas, elemento típico del barroco gallego, en dos esquinas.

Entre esta casa y la capilla, existen ocho sepulturas excavadas en la roca. Se cree que cada monje labraba su propia tumba como acto de reflexión. Posiblemente, aquí se encontraba el claustro y el cementerio del antiguo monasterio.

Al lado de estas tumbas nos encontramos con la impresionante iglesia del siglo XII excavada directamente sobre la roca. Consta de tres capillas que forman tres naves separadas por arcos. La cueva de la derecha tiene una portada diferente, pudiéndose ser añadida posteriormente. Los arcos constan de columnas adosadas y capiteles labrados directamente en la roca. La nave central es más ancha y larga que las laterales. debajo de esta se encontraron cuatro tumbas sin forma antropomorfa y una más que si la tenía y se encontraba sellada. Arriba encontramos un respiradero por donde entraba la luz y el aire. Una reproducción de un Cristo románico adorna el altar primitivo que aún hoy se conserva, tanto en la capilla principal como en las laterales. Unas hornacinas de arco de medio punto adornan varios puntos de las capillas. La capilla de la derecha estaba dedicada a San Antonio Abad.

“Fuente de San Bieito” o San Benito, cuyas aguas, según los vecinos tiene propiedades milagrosas que hacen desaparecer las verrugas de los que allí se lavan. Basta con sumergir la parte afectada y rezar un Padrenuestro. Dicha fuente no es un manantial sino una formación natural que recoge las aguas de las laderas del monte. La fuente se haya excavada también en la roca. Esto y los canales artificiales excavados en la piedra que veremos a lo largo del monasterio hacen pensar en un curioso culto al agua o a sus propiedades. Entre las tumbas y sarcófagos también discurren estos canales, quizás para que el agua fundiera los cuerpos de los difuntos con la tierra y la naturaleza.

También desde el Monasterio de San Pedro de Rocas parte una antiquísima calzada pétrea, con las marcas de los carruajes conocida como Camiño Real” (Forma parte de la ruta del sendero PRG-4) que continua hasta Esgos en donde destaca su calzada y el famoso “Peto de Meiroa” que nos cuenta que esta ruta fue en un pasado muy transitada por vecinos de la zona.

Galicia Mística
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