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Egeria o Eteria vivió en el siglo IV en el rincón occidental del Imperio Romano, en la provincia de Gallaecia. La única fuente de información que nos ha quedado de Egeria fueron sus propias cartas que escribió a sus hermanas del monasterio del que salió para emprender su largo viaje. Es por esta razón por la cual en sus misivas no nos habla de ella sino de sus experiencias. La pérdida de parte de aquellos preciosos manuscritos también nos impide reconstruir parte de su vida y de su viaje.

Pero podemos deducir por sus hechos que Egeria fue una religiosa de orígenes nobles. Su cultura y la posibilidad de poder emprender aquella aventura en la que estuvo protegida por reyes, obispos y soldados, nos indican que Egeria podría haber pertenecido a una familia de alto linaje. Algunas fuentes apuntan que incluso podría ser hija del emperador de Oriente Teodosio I y su primera esposa Aelia Flacilla.

A pesar de haber emprendido viaje con dinero y protección, está claro que una mujer del siglo IV que decidía recorrer buena parte del mundo entonces conocido y adentrarse en largos y peligrosos caminos, no era una mujer cualquiera. Aventurera, osada, valiente, curiosa son algunos de los adjetivos que se le pueden atribuir a Egeria.

En aquellos momentos, el cristianismo había pasado a ser la religión oficial del Imperio Romano con el decreto del emperador Constantino en el año 308.

Egeria, según todos los datos disponibles, era de procedencia noble y con abundantes medios económicos. En este sentido, se ha planteado que Egeria fuera pariente de Aelia Flacilla, que fue la primera esposa del emperador Teodosio el Grande, que era de Coca (Segovia), así se explica porque los soldados romanos la protegieron durante gran parte de viaje que realizo. También se dice, que era la hermana de Gala, que fue esposa de Prisciliano (este fue el primer religioso ejecutado, mediante la decapitación por la Iglesia, acusado de herejía).

Egeria era pues una mujer con grandes posibilidades económicas para la época y con una notable cultura (nada habitual en las mujeres), dominaba el griego, tenía amplios conocimientos geográficos y era una gran lectora. Había leído casi todo sobre las descripciones de los Santos Lugares.

Fueron razones puramente religiosas, las que hicieron que Egeria quisiera conocer los Santos Lugares. Deseaba ver y venerar los lugares santificados por Cristo, por los santos del Antiguo Testamento, por los apóstoles y mártires. Decía que su deseo de viajar a Tierra Santa era un don de Dios a su persona “Nuestro Dios Jesús que no abandona a aquellos que esperan de Él, se ha dignado permitirme la realización de este deseo”.

El Itinerarium constituye una pormenorizada descripción del viaje de Egeria a finales del siglo IV (381-384), cuando el Imperio Romano ya estaba dividido, siendo gobernado por el emperador Graciano en Occidente y Teodosio en Oriente.

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