La primera almirante del mundo
(1567-1612)
Isabel Barreto nació en Pontevedra, hacia 1567, segunda mitad del siglo XVI. Pertenecía a la nobleza gallega y su padre, un acaudalado marinero, había sido nombrado gobernador de las Indias Portuguesas. Isabel se había convertido en una joven muy culta cuando la familia decidió partir hacia Perú alrededor de 1580. Allí formaron parte de la alta sociedad de Lima. Isabel disfrutaba de todo lo que una señorita podía desear, pero a ella la atraía demasiado la aventura y ese tipo de vida la aburría. Ella quería vivir peripecias como en los fabulosos libros de piratas que tanto le gustaban.
Entonces conoció a uno de los exploradores más intrépidos de la historia de los descubrimientos, Álvaro de Mendaña, un experto navegante que en ese momento estaba en la ruina. Se casaron y con el dinero de la dote de Isabel pudo comprar los navíos necesarios para poner en marcha una nueva expedición.
—Yo quiero ir contigo —le dijo Isabel a su esposo.
Los aguerridos miembros de la tripulación protestaron y dijeron que una travesía tan peligrosa no era lugar para una mujer. Pero como era la esposa del almirante pudo emprender ese viaje rumbo a los Mares del Sur.
Carlos V prohibió de forma expresa: que en su flota de guerra no debían "embarcar mujeres y gente inútil". La mar era dominio de los hombres y oficialmente no se permitía la subida a las naos de féminas "públicas y privadas".
No hubo mujeres en la expedición de Cristóbal Colón que culminaría con el descubrimiento de América ni tampoco en la empresa de Juan Sebastián Elcano y Fernando de Magallanes, pionera en la primera circunnavegación al planeta. Todos los navegantes y conquistadores del Pacífico y otros mares desconocidos tenían nombre masculino —Américo Vespucio, Vasco Núñez de Balboa, etcétera—. Pero a finales del siglo XVI se registró un hecho insólito: una mujer que recibe el cargo de almirante, la primera de la historia.
Cuando estaban cerca de las Islas Salomón, una epidemia acabó con la vida de muchos marineros, incluido el esposo de Isabel. Para sorpresa de todos, antes de morir Álvaro la nombró heredera de todos sus cargos ya que confiaba plenamente en ella.
—Dejo por heredera universal y nombro gobernadora a mi esposa, doña Isabel de Barreto.
Así pues, Isabel tomó las riendas de la expedición como almiranta y tuvo que demostrar todas sus dotes de mando para dominar a un grupo de hombres que renegaban de que la jefa fuera una mujer. Fue una dura travesía llena de fatalidades: pasaron hambre y sed, hubo motines, conspiraron contra ella y además perdieron navíos.
Sin embargo, Isabel hizo frente a todas las adversidades con decisión y valentía y consiguió llegar hasta Filipinas, donde la esperaba un triunfal recibimiento. Desde entonces es conocida como la «reina de Saba de los Mares del Sur».