En el Parque Nacional Marítimo-Terrestre de las Illas Atlánticas de Galicia se encuentra una frondosa masa de tierra que contiene el bosque de laureles más grande y antiguo de Europa. Esta pequeña isla, en la Ría de Arousa, fue propiedad de la Corona Española y a punto estuvo de albergar el Palacio de Verano de Alfonso XIII de Borbón. Esta es la historia que pudo ser pero que nunca llegó a ocurrir.
La Isla de Cortegada, con una extensión de unas 200 hectáreas, situada en la Ría de Arousa y a tan solo 200 metros de distancia del pueblo marinero de Carril, siempre ha sido una isla con gran encanto y atractivo, debido a su privilegiada situación.
Ya el historiador romano Plinio El Joven mencionaba esta isla en el Siglo I. Y durante la Edad Media tanto normandos como musulmanes la usaron como base de operaciones en sus incursiones de saqueo en Galicia. El Castellum Honesti de Catoira, el mayor fuerte defensivo de la Ría de Arousa que protegía Santiago de Compostela estaba lo suficientemente cerca como para necesitar un lugar para abastecerse y lamerse las heridas, de ahí la importancia de Cortegada para ellos.
Mucho antes de Alfonso XIII y los Borbones, otro legendario futuro rey, proveniente de lejanas tierras nórdicas, estableció su asentamiento en la Isla de Cortegada. Olaf Haraldsson, más tarde convertido en Olaf II de Noruega y posteriormente canonizado como San Olaf, tuvo un pasado vikingo que se cruzó en el camino de la Isla de Cortegada.
En el año 1014, Olaf Haraldsson, el mismo que llegó a ser santo, patrono, y rey de Noruega, era todavía un feroz vikingo, encabezando una de las últimas incursiones nórdicas a través de las rías gallegas, puerta de entrada para hacerse con los tesoros que se le atribuían a la afamada ciudad de Santiago de Compostela.
Olaf dirigió sus naves a través de la Ría de Arosa, hasta el punto de desembarco que más lo acercara a la codiciada ciudad de Compostela. Dicho punto se encontraba en el puerto de Carril. Y la Isla de Cortegada, justo frente a Carril, representaba el lugar ideal para acampar. Allí, en lo profundo de la ría, sus drakkars (naves vikingas) estaban al resguardo y Olaf y sus hombres podían establecer un campamento base para sus sanguinarias correrías en las tierras que ellos llamaban Jakobsland (Tierra de Santiago).
No se sabe a ciencia cierta si Olaf llegó a Santiago, pero sí que durante algún tiempo él y sus hordas sembraron el terror en la región con sus pillajes y saqueos y que, finalmente, fueron expulsados por el rey Alfonso V, quien lo venció, obligándolo a levantar su campamento de la Isla de Cortegada y regresar a su tierra.
En la Isla de Cortegada se construyó, en el Siglo XV, la ermita de la Virgen de los Milagros, por la que pasaban los peregrinos del Camino de Santiago en su Ruta Xacobea (Mar de Arousa – Río Ulla), además de un Hospital-lazareto, del que aún se conservan sus restos. También se edificó la ermita de Nosa Señora de Cortegada, de la que aún se conserva el blasón del arzobispo de Santiago de Compostela, Fernando de Andrade y Soutomaior.
El pueblo de Carril era, desde el Siglo XVI un puerto muy importante para Galicia que llegó a tener una aduana al inicio del Siglo XIX por la que se importaban curtidos, salazón, fundición… venida de Rusia, América, Inglaterra… llegando incluso a tener la primera línea de ferrocarril de Galicia que unía Carril con Santiago de Compostela. Pero debido a la Revolución Industrial y la llegada de los grandes barcos de vapor, el puerto se quedó pequeño y la decadencia llegó al pueblo.
Así fue como a finales del Siglo XIX, las “fuerzas vivas” de la zona decidieron que la mejor manera de revitalizar la comarca y su economía era convertirla en un epicentro turístico a nivel nacional con una gran ciudad-balneario y ofreciendo a Alfonso XII (y más tarde a Alfonso XII) la Isla de Cortegada como residencia estival de la Corona Española de los Borbones.
Lo que parecía una quimera se convirtió en realidad y en 1907, tras hacerle llegar el ofrecimiento a Alfonso XIII, la oferta era aceptada.
Tras expropiar forzosamente a los vecinos que allí aún habitaban, el Rey visitó la isla deshaciéndose en elogios al enclave natural y la generosidad de sus súbditos.
Pero algunos propietarios ambiciosos y un ligero problemilla con el título de propiedad (básicamente que la isla fuera propiedad del rey, no de la Corona) provocó que la entrega se retrasase a 1910, por lo que el voluble rey cambió de idea y sus promesas se las llevó la brisa del Atlántico.
En 1909 comenzaban las obras del Real Palacio de la Magdalena en Santander, que sería el que finalmente acogería a la familia real en sus descansos estivales. Alfonso XIII se quedó con la Isla de Cortegada como coto privado y sus vasallos se quedaban sin palacio, sin isla, sin el dinero que habían utilizado para las expropiaciones y sin milagro económico para la comarca.
La isla pasó de nuevo al dominio público durante la II República para regresar a manos de los Borbones durante el Franquismo. En 1979, Don Juan de Borbón la vendía por 60 millones de pesetas (360.000€) a una empresa privada que pretendía construir una urbanización de lujo, pero la presión popular consiguió declarar al paraje Parque Natural protegido.
Finalmente, en 2007, la Xunta de Galicia expropiaba la isla por 1,8 millones de euros, pasando a ser de nuevo de titularidad pública.
Desde ese año, la Isla de Cortegada se inscribe dentro del Parque Nacional das Illas Atlánticas. Su bosque de laureles es el más grande y antiguo de Europa y su valor natural y paisajístico no tiene precio, aunque los vecinos de Carril, una inmobiliaria y la Xunta de Galicia sí que tuvieron que pagarlo.