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Paulo IV (papa entre 1555 y 1559) prohibió la presencia de cantantes casados en la Capilla Pontificia, lo que habría propiciado que los falsetistas comenzaran a ser sustituidos por castrati. Parece claro que había castrati en el coro de la Capilla Sixtina en 1558. De hecho, la castración con fines musicales se practicaba casi exclusivamente en Italia, aunque pudo originarse en España

Aunque todos hemos oído hablar del famoso castrato Farinelli, cantante de ópera al servicio de varios monarcas europeos del siglo XVIII, es mucho menos conocido el hecho de que existieron castrati en las catedrales españolas entre los siglos XVI y XIX.

Un documento fechado el 16 de octubre de 1630 que se conserva en el Archivo de la Catedral de Santiago. Se trata de la “orden de pago”, por parte del Cabildo de un profesional dedicado a las tareas que indica su nombre. En tal documento, anotado al margen como “libranza de un capador”, los Srs. Canónigos, en su reunión del día indicado, “ordenaron y mandaron que el mayordomo capitular le dé a Francisco Durán 30 ducados por la cura que hizo a los mozos de coro y los 7 por cuenta de la misma prebenda de mozos de coro que también se le pagarán”. Para comprender este texto importa explicar lo siguiente:

“EL CAPADOR” era un cirujano que en aquella época extirpaba los testículos a niños pertenecientes al Coro de la Catedral cuyas voces infantiles interesaba conservar dada su especial calidad como “voces blancas”, para que no cambiasen en la época prepuberal. Eso explica que se los operase hacia los 8 años: le hacían dos incisiones en las inglés, por encima de la bolsa testicular, ligando, a través de ellas, los respectivos “cordones espermáticos” (Figura 2) que luego se seccionaban por debajo de tales ligaduras con lo que ya se podían sacarse los respectivos testículos. Finalmente suturaban ambas incisiones de la ingle con la mayor rapidez posible pues la operación se había hecho sin anestesia que, en aquella época todavía no se había inventado.

Pero existe un aspecto de la vida de los castrati que les hizo inmensamente populares entre el público femenino que no tiene nada que ver con la música: su faceta como amantes.

Algunas personas, al hablar de los castrati, piensan que el procedimiento al que se les sometía les dejaba sin la capacidad para tener sexo, pero eso no ocurría siempre así.

Muchos panfletos, defendían que los castrati podían dar un mayor placer a una mujer porque el procedimiento había hecho que su pene fuera menos sensible de lo normal, por lo que sus erecciones duraban mucho más y el acto sexual con ellos se podía prolongar durante más tiempo.

Dichos panfletos también indicaban que los castrati eran amantes muy considerados y que solían centrarse únicamente en dar placer a su compañera de aventuras por todos los medios posibles, mientras los hombres “normales” solo se ocupaban de sus propias necesidades.

Esta fama se extendió como la espuma y, sin duda, muchos castrati alimentaron aún más esta leyenda con sus aventuras, que llegaron a ser la comidilla de media Europa.

Pero el más famoso de todos fue Carlo Broschi -conocido popularmente como Farinelli-(Figura 3), cuya vida fue recreada en la famosa película de 1994 que lleva su nombre. Su castración, según versiones oficiales, se debió a que cuando era niño sufrió un accidente con un caballo. Se convertiría en leyenda gracias a la increíble voz que adquirió durante sus largos años de aprendizaje, bajo la instrucción de Nicola Porpora. Todo el mundo se agolpaba para verle, no solo en Italia -donde sería conocido como il ragazzo o el muchacho-, sino también en Viena, Londres y España, donde acabó residiendo 25 años bajo el mandato del rey Felipe V, al que cantaba todas las noches para curarle de la fuerte depresión que sufría.

En 1737 Isabel de Farnesio (Figura 4) se decidió a contratar a Farinelli. En aquella época se creía que la música era un buen remedio para los males del alma. Cuando el rey le oyó quedó fascinado y fue contratado como músico de cámara con un sueldo anual de 135.000 reales de vellón. Farinelli actuaba a diario hacia la medianoche cuando el rey había tomado su almuerzo, normalmente acompañado por un trío de cuerda. Durante su estancia en España nunca cantó para el público, solamente para la familia real. Farinelli no curó a Felipe V, pero seguramente le alivió y le produjo sosiego en muchos momentos.

Castrati
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