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La Ria de Camariñas, está formada por la desembocadura del río Grande, bañando los municipios de Camariñas, Vimianzo y Muxía.

Es una ría pequeña; sus límites están marcados por la Punta da Barca y el cabo Vilán. Hacia el interior, la ría va perdiendo sus características marinas para unirse en Ponte do Porto con el río Grande. Destacan los

puertos pesqueros de Camariñas y Muxía.

Esta ría, junto con otras de las rías de la costa gallega, fue un importante enclave estratégico durante las batallas navales que ocuparon Europa durante los siglos XVI, XVII y XVIII.

En el litoral de esta ría se aúnan playas, calas vírgenes, pinares y rocas, un paraíso salvaje donde se conservan las tradiciones típicas de esta parte de A Costa da Morte.

Pues aquí, en la Costa da Morte, el mar es más poderoso que la tierra. Muy cerca del Cabo, el Cementerio de los Ingleses recuerda la tragedia del Serpent, buque de la Royal Navy que encalló en 1890.  Fueron 173 los hombres tragados por el Atlántico. Solo 142 pudieron recibir sepultura. Los demás ni aparecieron.

Sus límites más occidentales los constituyen dos salientes pétreos: la Punta da Barca, en su vértice meridional, y el Cabo Vilán, flanqueando su entrada por el norte. Hacia el interior la ría va perdiendo sus rasgos marinos para, en Ponte do Porto, unirse mansamente con las aguas del río Grande.

En la ría destacan los puertos pesqueros de Camariñas y Muxía, así como los restos de la existencia del antiguo puerto de Ponte do Porto.

La devoción a la Virxe da Barca. En su santuario, en Muxía, emplazado en un lugar marcado por el roquedo, frente a un mar bravo -en calma unos días, enfurecido otros muchos- se reúnen cada año miles de romeros que al tiempo que se arrodillan ante la Virgen siguen la tradición de pasar por debajo de la Pedra dos Cadrís o de intentar mover la actualmente rota Pedra de Abalar.

Y si en la Punta da Barca domina lo sagrado; en el cabo Vilán, límite septentrional de la ría, lo hace la naturaleza; los enormes farallones acantilados que se adentran en el océano resistiendo los embates del oleaje y del viento. Desde el faro instalado en este lugar se puede admirar otra extensa gama de paisajes marinos marcados por el azul del cielo, el rosado del roquedo y el blanco amarillento de los arenales. Un auténtico paraíso salvaje.

El Nombre de Costa da Morte se dice que fueron los ingleses los que lo acuñaron por primera vez, pero no es ningún secreto que desde tiempo de los romanos e incluso antes, han sido muchos los naufragios, cerca de la Ensenada de Camelle.

En este último punto se encuentra precisamente otro de los polos de interés de esta costa, al conservar los recuerdos del singular Alemán (Manfred Gnädinger 1936-2002) que llegó casi como un Robinson Crusoe para crear su propio universo marino que ahora se puede descubrir en un Museo que se ha habilitado en el mismo pueblo pero también a través de lo que queda de su obra a orillas del mar, en estado muy precario a causa de los últimos temporales.

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