Prisciliano nació en el seno de una familia adinerada de la Galicia romana, en la segunda mitad del siglo IV. Llegó a ser una persona muy culta, estudiando en centros tan prestigiosos como Burdeos. Estando allí, en contacto con la religiosidad que se respiraba en aquella ciudad, decidió abandonar toda su vida anterior, acomodada y rica, y lanzarse a una vida de pobreza y predicación por todo el territorio peninsular, llegando incluso su doctrina a algunos lugares de Francia.
En sus orígenes estuvo influenciado por movimientos religiosos de la época, los cuales buscaban retomar la pureza de los Evangelios, movimiento recurrente a lo largo del tiempo que dará lugar a las distintas herejías, todas ellas perseguidas por la Iglesia oficial.
El priscilianismo tampoco se libró de esta persecución. Prisciliano fue nombrado obispo de Ávila el año 380 y esto no fue visto con buenos ojos por otros obispos, que decidieron acusarle de herejía. Fue excomulgado y perseguido, teniendo que huir a Burdeos.
Su movimiento tuvo una enorme repercusión social y afectó a todos los niveles sociales. No solo le siguieron las gentes humildes, sino que hubo gran número de obispos que apoyaron su doctrina.
Tras permanecer un tiempo en Burdeos se dirige a Italia para intentar convencer al Papa de que no busca ningún Cisma y exponerle su doctrina. No es recibido por éste y tiene que seguir huyendo.
Es en este momento de su vida cuando se producen los únicos hechos negativos que destacan en su vida, modelo de virtudes. Se afirma, aunque no está demostrado documentalmente, que tuvo relaciones amorosas con la hija de unos de sus maestros de Burdeos, y que ésta quedó embarazada, teniendo que abortar para deshacerse de la prueba del delito. Y el segundo hecho, que este sí que está documentado, es que se llevaron a cabo sobornos e intrigas para volver a instaurar a Prisciliano a la cabeza de su obispado, consiguiendo levantar la sanción que existía sobre sí y sus seguidores.
Esta situación duró poco tiempo. El emperador romano había llegado al poder a merced de una sublevación militar y quería imprimir su mandato de legitimación, ya que carecía de ella. Para ello se apoyó en la Iglesia oficial y golpeó duramente cualquier voz disonante en el seno de la Iglesia. Esto hizo que se apresara a Prisciliano y a sus seguidores, se les acusó de brujería y un tribunal civil le condenó a muerte.
De manera recurrente se ha afirmado sobre Prisciliano que fue el primer hereje contra la Iglesia cristiana emergente, pero realmente fue juzgado por la legislación civil y no por la eclesiástica, y no se le condenó por hereje. Realmente era por ese motivo por el que se le juzgaba, pero éste fue maquillado y se le condenó por el otro.
Fue decapitado en Tréveris el año 385.
Tras su muerte el movimiento continuó, sobre todo en algunas zonas, principalmente en Galicia. Incluso hay autores que han afirmado que los hipotéticos restos que se veneran como del apóstol Santiago pertenecen realmente a Prisciliano, los cuales fueron trasladados hasta allí por sus seguidores tras su muerte.