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El “barallete” es una lengua, una forma de entendimiento, creada por los afiladores ourensanos con el único fin de que nadie les entendiera y así poder hablar libremente en cualquier lugar y delante de cualquier persona tanto de temas referentes al oficio cono a los acontecimientos o novedades con las que se encontraban diariamente.

Al poseer gran cantidad de palabras, verbos, definiciones etc. hicieron que sin usar el gallego o el castellano se pudiesen mantener largas conversaciones entre los afiladores con la suficiente garantía de privacidad y entendimiento.

Como es de suponer el barallete viajaba por donde lo hacían los afiladores, atravesando fronteras y cruzando mares y es por eso que llegó tan lejos como pudieron llegar ellos y esa forma idiomática tan peculiar se pudo escuchar prácticamente a los cinco continentes. Pero me consta que en cualquier sitio que dos afiladores se encontraran hacían del barallete su modo de comunicación.

Aún hoy en la cuna de los afiladores son usadas cotidianamente muchas expresiones y palabras del barallete, entre la gente de las aldeas, que han quedado como legado del idioma de los andariegos afiladores locales. Por lo tanto, cuando se está hablando en gallego se mezclan términos o definiciones que eran hablados en su día por los del oficio de la “tarazana”.

El Ayuntamiento de Nogueira de Ramuin no desea dejar perder tan hermoso legado y hay un interés primordial para que este lenguaje no se pierda, así como tampoco el oficio de afilador que en su momento fue sustento de muchas familias e importante forma de ingresos para la zona. De hecho, en Luintra aún existe el último taller (o fábrica) de ruedas de afilar artesano de toda Galicia y de toda España.

A continuación, haré un pequeño vocabulario del barallete.

Abasixeira: abajo

Amieiros: jitanos

Amigorrio: amigo

Amoranta: novia

Amoranto: amor

Animén: aquí

Anibiar: esconder

Aparar fusteirazos: dar palos

Apecatar: confesar

Apicholamento: boda

Arar: escribir

Árbol: gato

Ardoa: aguardiente

Arreador: afilador

Asuarragancos: herreros

Baixenta: abajo

Barrosa: feria

Barrosanta: gaita

Barrosantear: tocar la gaita

Bata: madre

Bato: padre

Baturra: País Vasco

Belba: guardia civil

Belén: hombre

Belena: mujer

Berria: Asturias

Berxena: iglesia

Biqueque: Portugal

Boquela: pistola

Brote: pan

Burlar: jugar

Cairolo: hermoso

Calateo: baile

Calderilla: monedas sueltas

Callumeira: calle

Calurrio: calor

Casateo: baile

Caxiga: cura

Cerrallo: chatarra

Cigota: puta

Clara: mañana

Claro: día

Coira: vergüenza

Correncio: año

Courel: ferrocarril

Chaira: Galicia

Charías: militares

Chiscar: beber

Choulo: loco

Chuzar: trabajar

Desxoular: despertar

Doco: perro

Esgueilar: escapar

Facorria: cuchillo

Faiña: navaja

Farola: mentir

Feirear: vender

Felar: morir

Fiaña: ropa

Ficar: ganar

Follato: paraguas

Fosca: cama

Frete: frío

Ful: malo

Fusta: madera

Gaita:sopa

Goimolo: pan

Gran oreteiro: mar

Grilar: follar

Quaina: casa

Quinea: cabeza

Gumarra: gallina

Gumarro: gallo

Ileces: el (pronombre)

Irmuxo: hermano

Labreñador: labrador

Lascar: huir

Liria: vaca

Lorda: mierda

Manxúa: domingo

Maqueo: tabaco

Marelas: patatas

Melante: ladrón

Melar: robar

Micro: lobo

Mordate: diente

Mutilo: niño

Nexo: no

Oreta: agua

Oreteiro: río

Pallifar: ocultar

Panarra: pobre

Papiloso: libro

Pecurrio: pescado

Pildar: cagar

Pilde: culo

Piltra: cama

Rabón: mes

Racha: noche

Raleiro: molino

Ría: piedra

Sibis: si

Tieces: tu

Tolme: pedo

Trena: carcel

Troula: mentira

Vaquete: vago

Varante: alcalde

Ventumelo: viento

Vivelo: oro

Xil: hambre

Xúa: fuego

Zoina: cura

Zuro: dinero

Zutra: fiesta

Para ilustrar al lector recogemos una conversación citada por el mejor investigador del tema, Xosé Ramón Fernández Oxea quien hizo popular el seudónimo de Ben-Cho-Shey.

En una "calumela" (calle) de Ourense conversamos con un veterano afilador mientras nos afilaba la "xamonda" (navaja) en medio de un "oreto" (agua de lluvia).

"Noseces" (nosotros) los gallegos iniciamos a nuestros nietos en nociones de "barallete" que a la hora de sentarse a comer decían: "tizamos oreto e longaño con sutas" (nos gusta el caldiño galego con longaniza y patatas).

Uno de aquellos afiladores que chiflaban el silbato por las calles de Verín fue Manolo con quien chapurreabamos algunas palabras, en las Puertas de Madrid mientras afilaba la "fainas de abigarrar" (navajas de afeitar) del "bigarrante" (barbero) Grolo, a quien le dimos una ligera noción de aquel alfabeto que le tenía alucinado.

En su jerga, altamira no era una cueva de Cantabria, sino una mesa. Mirar a los mireus, hacerlo a los ojos. Y abrir la garlea implicaba tener una boca muy grande. Esto último, justo lo que menos les ayudaba a desempeñar su trabajo cuando acudían a romerías o ferias. De ahí su hermetismo. De ahí, también, su interés.

En la época de los 70, grupos como Los Suaves o Luar Na Lubre se interesaron por la jerga o el propio sonido de las ruedas de afilar para agregarlos a sus composiciones. Pero el barallete, de abuelo a hijo, ha ido perdiendo fuerza. Parte de su resistencia estaba precisamente en el oficio, en que los encargos y el trabajo de los afiladores existían.

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