top of page
cooltext413336949108296.gif

El «mal de bubas», peste negra, peste bubónica o muerte negra, son algunos de los nombres que recibe esta epidemia que se transmite por una pulga de la rata negra (rattus rattus) y que diezmó a gran parte de la población de muchas villas y ciudades a lo largo de los siglos.

Una de estas epidemias se propagó en Galicia y sus consecuencias fueron desmesuradas.

A comienzos de 1348 entró en Baiona la muerte negra. En pocos meses, se extendió por toda Galicia, aniquilando a un tercio de su población. La bacteria yersinia pestis llegó en el cuerpo de una pulga, que viajaba sobre una rata negra, que iba en un barco que recaló al puerto baionés. Llevaba consigo la peste negra, uno los brotes infecciosos más mortíferos de la historia de la Humanidad.

Aquella rata y aquel año de 1348 cambiaron la historia de Galicia. Y de medio mundo. Porque la gran epidemia de la peste negra no solo diezmó a la población del siglo XIV, sino que revolucionó la sociedad, propiciando el gran cambio de la Edad Media hacia la Edad Moderna. Nunca un pequeño bacilo hizo tanto por retorcer la historia del mundo.

En Galicia, todo empezó con aquel pequeño roedor que, afortunadamente, hoy en día apenas podríamos encontrarnos. Porque la rata negra (rattus rattus) está ahora casi desaparecida de la Europa occidental. Pero en aquel siglo XIV era el gran vector que propagaba las enfermedades, ya que tiene hábitos más domesticados y proclives a las personas. La salud europea mejoró cuando fue sustituida por la rata gris (rattus norvegicus), que es la que vemos hoy y que se muestra más huidiza y reacia a cruzarse con los humanos.

La ruta de la peste hasta Baiona había sido, por la ruta de la seda arribó a grandes metrópolis europeas como Constantinopla o Venecia. Luego fue cuestión de tiempo que la epidemia avanzase de puerto en puerto hasta que en 1348 recaló en la ría de Vigo.

El pánico se apodera de la población. Muchos dejan las ciudades y huyen a los montes, ya que, al ser la rata negra el principal vector, la peste se ceba con el mundo urbano. Además, comienza a perseguirse a los judíos, que son acusados de propagar la dolencia. En realidad, enferman menos gracias a los hábitos higiénicos propios de los ritos de su religión. También se acusa a los leprosos, cuando su enfermedad no tiene nada que ver con la peste.

Más sentido tiene la costumbre de quemar la ropa de los muertos, pues no se equivocan al recelar de unos tejidos infestados de pulgas.

Los síntomas comienzan por fiebre y dolor de cabeza, y terminan con la aparición de pupas en la piel con la inflamación de los ganglios linfáticos. Rápidamente la enfermedad lleva a la septicemia y a la muerte. Y los cementerios de Galicia quedan desbordados.

Pero la enfermedad no desaparecería. En cada generación hubo un brote de peste hasta casi el siglo XVIII. A veces, llegó a través del camino de Santiago. Ninguno fue tan fuerte como el primero, gracias a la creciente inmunización de los supervivientes. En la de 1569, se contaron en Vigo miles de muertos, afirma un documento de la época.

Tal es el pánico que se dictan ausencias legales, permisos expedidos por las autoridades civiles y eclesiásticas para que la gente pueda ausentarse de sus hogares y de sus trabajos. Y retirarse a vivir a los montes. También se construyen cabañas donde aislar a los enfermos para que mueran sin infectar a otros. Los más acaudalados acuden a Compostela a buscar remedio en los médicos de la época, que poco o nada pueden hacer.

En 1566 Santiago de Compostela se vio muy afectada quedando casi desierta. Otra nueva epidemia se inició al año siguiente hasta finales de la década donde murieron más de 8000 personas. Además de Santiago, Pontevedra y A Coruña también sufrieron las consecuencias desmedidas de la muerte negra.

En 1569 en la ciudad de Vigo. Dicen los vecinos que el contagio duró de junio hasta octubre y la ciudad estuvo cerrada por precaución. A pesar de esta enfermedad devastadora de 1569 la ciudad de Vigo se recuperó de tal manera que dos años después logró aumentar su censo.

La transmisión de la peste.

Las pulgas de rata infectadas con la bacteria de la peste bubónica mientras chupan a un humano, regurgitan parte de la sangre que están absorbiendo, infectadas por esa bacteria, y vuelven a inocular a la persona a través de su picadura.

Las bacterias de la peste avanzan a través del tracto linfático hasta el ganglio linfático donde se forman bubones burbujeantes o del tamaño de un huevo y son blandos. Las burbujas generalmente se forman en los nódulos más cercanos al sitio de la picadura. La mayoría de las pulgas atacan las piernas, por lo que las elevaciones son comunes en la ingle. También se dan en las axilas o el cuello (zona submaxilar y detrás de las orejas).

En algunos casos, las bacterias pasaron a las venas periféricas y capilares y causaron sangrado justo debajo de la piel. Las manchas que provocaba se llamaban petequias. Todos los pacientes a los que les aparecieron petequias fallecieron. Eran las "señales" que marcaban a los que iban a morir.

Hubo casos en los que las bacterias pasaron del torrente sanguíneo a los pulmones. Se conoce como peste neumónica secundaria causando tos y expectoración en los pacientes. Estas gotas de sangre infectada que salen de los pulmones son altamente contagiosas y producen la llamada peste neumónica primaria.

Entre el momento en que la peste ingresa a una comunidad, a través de pulgas de ratas infectadas, hasta que aparecen los primeros casos de peste en humanos, generalmente transcurren de 16 a 23 días. Las primeras muertes aparecen entre 20 y 28 días después del brote.

La gente percibía que el contagio de la peste se debía al contacto físico y la proximidad. Durante la epidemia, se retrasó el contacto con familiares y vecinos. Los hogares infectados estaban socialmente aislados.

Entre los pobres, sin embargo, la peste no pudo evitarse. A menudo dormían en la misma cama sanos y enfermos. Además, eran los pobres quienes se encargaban de transportar a los enfermos y también a los muertos.

bottom of page