La lamprea, es el pez más antiguo del planeta. Los romanos la convirtieron en delicia gastronómica y diseñaron los "pescos", que aún se conservan, para su captura en río.
Surgió hace 400 millones de años, dato que avala su DNI como el pez más primitivo del planeta y el único considerado prehistórico (fue el primero en desarrollar una estructura de espinas y aletas radiales y lobuladas). Anterior al dinosaurio, la lamprea es, sin duda, un pez con personalidad: de tonos grises, negros y amarillos y con forma cilíndrica, esta pieza antediluviana y no evolucionada carece de escamas, se distingue por su boca en forma de ventosa (a su vez, con un pequeño pico central para chupar la sangre de sus presas), es mala nadadora y tiene fobia a la luz.
Nacida en el río, una vez desarrollada llega al mar, donde vive entre dos años y medio y cinco años, para regresar a las aguas dulces de donde procede con el objetivo de desovar y morir, en el justo momento para convertirse en objetivo de captura. Y, durante toda su existencia, este auténtico chupóptero nace y crece parasitando a otros peces, a los que, como una vampiresa acuática, chupa la sangre para alimentarse. Con una peculiaridad: es un animal exquisito, ya que le gustan las aguas limpias y huye, de los ríos contaminados.
Su destino es el Miño (y sus afluentes Deva y Cea).
Esta ubicación atrajo a los romanos, auténticos descubridores del sex appeal de la lamprea. Con el fin de capturar estos peces de fea apariencia (que después trasladaban en ánforas a Roma, donde se convertían en bocado de emperadores y se conservaban en viveros), inventaron unas estructuras de piedra construidas entre los siglos XII y XIII. Se instalaron en puntos estratégicos de la orilla (elegidos para provocar la corriente y atraer a estos peces), en sentido oblicuo al río, como bloques paralelos, entre los que se enganchan unas redes de forma cónica (viturón o butrón), que atrapan al pez cuando avanza a contracorriente por la noche y que, al no recurrir al uso de arpones, evitan la pérdida de sangre, lo que ayuda a mantener textura y sabor del pez y eleva su interés gastronómico para convertirlo en manjar. Son los pescos o pesqueiras, todo un símbolo de la cultura del río en la zona y un sistema de captura artesanal made in Arbo. Es una de las artes milenarias
con las que se pesca la lamprea en Galicia.
Aparte de las pesqueiras de Arbo. El Ulla a su paso por Herbón (en Padrón), también surte de lampreas a través de la captura con redes artesanales (cangallas) desde pesqueiras, con cinco pescadores autorizados en la zona. Es la radiografía global de este pez prehistórico, cuya pesca está regulada en Galicia desde 1980.
En Arbo, el statu quo de la lamprea es una absoluta herencia del pasado: una especie de sector en torno al río Miño, basado en el sistema de pesca ideado por los romanos a partir de los pescos; regulado por concesión administrativa y repartido entre particulares, que han ido heredando, generación tras generación, los derechos sobre estos puestos de pesca. Estas familias se rigen por un calendario que históricamente marca los días en los que cada una puede utilizar los pescos, en realidad, multipropiedades con varios dueños con vez para ir a pescar uno o hasta quince días al mes. Cada propietario puede explotar directamente la pesqueira los días que le toque o arrendárselo a otra persona. En todo caso, no se trata de una actividad profesional, sino que es puro ocio: está regulada como pesca deportiva y catalogada, además, como pesca tradicional o artesanal. Cada pescador tiene licencia para este fin, que debe renovar anualmente y que implica el pago de una cantidad de 30 euros (por propietario en cada pesco).
Este retrato motiva dos características. Una es la falta de control, una libertad atractiva para una actividad de ocio, pero que implica el riesgo de que pueden surgir furtivos dispuestos a pescar en aguas ajenas o a robar las redes llenas de otros. "Cuando pillamos a alguno, llamamos a la Marina o al Seprona", advierten los pescadores más veteranos. Otro rasgo del mercado en este tramo del Miño es la casi imposibilidad de obtener datos sobre un sector de aficionados (eso sí, amateurs muy diestros y realmente vocacionales), que no tienen que estar dados de alta como autónomos y que pescan para autoconsumo (por eso, los dueños de restaurantes tienen pescos propios, que autoabastecen sus cocinas)
y, en algún caso, regalan piezas a algún cocinero. En Arbo, la pesca de la lamprea ha sido una actividad históricamente complementaria de la huerta o la actividad vinícola de la zona.
Bajo estas premisas, la lamprea no pasa por una lonja; entonces, ¿cómo se determina cada año el precio? Por la definitiva ley de la oferta y la demanda. Cada pez suele pesar entre 1,2 y 1,5 kilos (incluso hasta dos) y medir entre 90 centímetros y 1,20 metros. "Hace muchos años, se llegó a pagar entre 6.000 y 12.000 pesetas el kilo", recuerdan los paisanos.
Pero, en Arbo, una especie de pueblo Twin Peaks a la gallega, entre unos y otros, surgen algunos datos: existen unos 200 pescos activos en el tramo del Miño que ocupa este concello y que suma seis agrupaciones parroquiales (Arbo, Barcela, Cabeiras, Cequeliños, Mourentán y Sela); en cada uno (gestionado por entre dos y hasta 100 pescadores), se pueden capturar hasta 70 lampreas en una sola noche.
El utensilio de pesca más importante usado en los pescos es el viturón, es decir, una red en forma cónica en cuyo interior dispone de una red más fina. La boca de este cono es un arco hecho con laurel. La lamprea se pesca en horario nocturno, por lo que los pescadores acuden cada dos horas a vigilar la instalación. Es un oficio masculino siendo precisa la participación de uno a tres hombres para desarmar las redes, dependiendo del peso provocado por las capturas. En los mejores momentos un pesco podía albergar más de doscientas lampreas
Las lampreas crecen y se alimentan en el mar a gran profundidad hasta adquirir la madurez sexual. Cuando llega la época de reproducción ascienden los grandes ríos adhiriéndose a veces en embarcaciones y otros peces. Es en los ríos y en lugares de agua fresca, aireada, con buena corriente y con lecho de guijarros y arena en donde depositan los huevos.
La temporada de pesca varía según la zona y el arte de pesca. En el río Miño se puede pescar normalmente desde embarcaciones desde primeros de enero, arte que se emplea sobre todo hacia la desembocadura. En los concellos de O Condado y Paradanta, como Salvaterra de Miño, As Neves, Crecente o Arbo la pesca se realiza sobre todo desde las pesqueiras que veremos más abajo y su época suele ir desde mediados de febrero hasta mayo.
A las lampreas se las suele pescar por la noche, ya que se dice que es cuando se dice que la lamprea «anda», ya que durante el día «planta» y no camina, a no ser que el río esté turbio y revuelto. Las lampreas al ascender el río para desovar intentan salvar los fuertes rápidos del centro del río y buscan hacia las orillas los huecos de las pesqueiras, en donde el agua fluye, pero sin tanta fuerza. Una vez entran entre los poios cae en la red interior del viturón de donde difícilmente puede escapar.
El viturón o masoura (butrón) es el aparejo en forma de cono empleado para la pesca de la lamprea y está formado una red interior (trabadoiro) y una exterior hecha con arcos de metal de mayor a menor tamaño. Se sitúan entre los poios, en el fondo, y su arco bocal se coloca río abajo y en el gancho va la cuerda o cadena que se agarra en el lapadoiro y el marco. Los arcos en la actualidad son de metal, pero hace poco aún se empleaban ramas de laurel que mediante calor se les daba la forma.
Se coloca por la noche, a veces a altas horas, y no importa que llueva, hiele o que el río vaya con fuerza. Sin apenas luz y soportando una gran humedad, los lampreeiros deben colocar los viturones exponiéndose a un gran peligro de caídas y resbalones. Al día siguiente se vuelve y se retira el viturón para recoger las posibles capturas. Si el caudal es muy alto y tapa la pesqueira, cosa no muy extraña en temporada, deben meterse en el peligroso río para poder levantar el viturón y debido al riesgo que conlleva por la corriente y el arrastre de materiales como troncos a veces debe dejarse hasta que el caudal disminuye.
En el Ulla también tenemos pesqueiras centenarias ligadas a los antiguos monasterios y las más conocidas son las de Herbón. El tipo de pesca es muy similar a la del río Miño, aunque en numerosas ocasiones deben alcanzar los poios en barcas, con el peligro que conlleva en caso de corrientes intensas, que en temporada es lo más común. Río abajo de Padrón y Pontecesures la lamprea la pescan los baleiros que con sus embarcaciones lanzan los vituróns al medio del río y suben su pesca. Esta zona de río suele ser más calma y por lo tanto menos peligrosa. Sin embargo, la dificultad de su pesca es mayor pues la lamprea no se ve obligada a atravesar los huecos de las pesqueiras y tiene más posibilidades de escapar.
El sabor de la lamprea no dejará indiferente a nadie y encontraremos gente incondicional que la ama y otros muchos que juran que no volverán a probarla. Sin embargo, existen una multitud de formas de cocinar la lamprea y probablemente alguna habrá que te guste. La más famosa es la conocida como la «bordelesa» o «estilo Arbo» que se prepara con su propia sangre, cebolla, vino y otros ingredientes.
Además de la lamprea fresca existe una excelente forma de conservarla y poder así disfrutar de la lamprea durante buena parte del año. Es la lamprea seca que mediante un proceso de ahumado adquiere una particular textura que la conserva que por lo general es rellenada con pimiento, huevo y otros.