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La pesca de cerco llega desde Estados Unidos y fue desarrollada en el siglo XX para pescar peces cuya costumbre es nadar formando densos cardúmenes, ya sean en superficie o a media profundidad (pelágicos).

Han ido sustituyendo a los tradicionales “sardinales” o redes de enmalles que se utilizaban para la pesca de la sardina en toda la costa peninsular. Como su nombre indica, consiste en cercar al pez (sardina, anchoveta, jurel y caballa principalmente), ubicando el cardumen o banco de peces, determinando rumbo y velocidad, y procediendo luego a cercarlo haciendo un círculo alrededor del cardumen; seguidamente se cierra el fondo de la red capturando a la presa embolsándola. Se utiliza una gran red de 250 a 1000 m de longitud y unos 50 m de ancho, que flota y al pasar los peces se cierra. 

Pueden intervenir hasta 2 botes auxiliares llamados “lucero” y “cabecero”. El bote de luz sirve para concentrar los bancos de pescado atrayéndolos con unos potentes faroles. Cuando el lucero atrae al banco de peces con sus luces y en el agua surge un torbellino por el efecto del movimiento de las especies seducidas por los focos, el bote cabecero larga la red rodeando al cardumen. Una vez cargado se cierra la red y se suben las capturas a la embarcación. Para conseguir localizar la mayor concentración de peces se recurre a varios sistemas, como la utilización de ecosondas especiales capaces de detectar la presencia de bancos en un radio de varias millas alrededor del barco.

La pesquería tiene lugar de noche, en fondos no muy alejados de la costa, entre 60 y 150 metros de profundidad.

Especies objeto de la pesca de cerco:

La anchoveta, la sardina, el boquerón, el atún, la melva, el bonito, la caballa y el jurel son las principales especies objeto de la pesca de cerco. Además, este arte es usado en grandes buques atunero-congeladores que faenan en los Océanos Índico, Pacífico y Atlántico dedicados a la captura de atunes tropicales.

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