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La fortaleza gallega que se esconde bajo el Miño

En 1943 Pedro Barrie de la Maza fundaba Fuerzas Eléctricas del Noroeste, una de las mayores empresas de Galicia, más conocida como Fenosa. Entre todos los proyectos que ejecutó quizá el más sonado fue el del embalse de Belesar, el más grande y moderno embalse de Galicia y, en aquella época, de toda Europa. Las obras comenzaban el 19 de agosto de 1957 y se prolongaron durante más de cinco años, con casi 6.000 personas trabajando para construir un salto de agua que necesitó 245.000 toneladas de cemento Portland para ser levantado. Fue inaugurado el 10 de septiembre de 1963, pero el avance tecnológico y el progreso también trajo problemas. El nuevo pantano anegó una extensión de 2.000 hectáreas, dejando bajo sus aguas para siempre viñedos, monumentos y pueblos enteros y con ellos las historias y recuerdos de miles de vecinos. Entre aquellos históricos lugares que el río Miño se tragó, había una extraordinaria fortaleza con siglos de antigüedad, un lugar fundado por un cónsul romano, el único lugar de Galicia que resistió el ataque de las hordas vikingas y que aún hoy, cuando el nivel del embalse desciende, podemos admirar en toda su majestuosidad: Castro Candaz, la milenaria e inexpugnable fortaleza gallega que se esconde bajo el Miño.

La bajada de las aguas del embalse ha renovado la curiosidad por la historia de este lugar, que se mezcla a menudo con leyendas populares y tradiciones inventadas.

Castro Candaz está situado en la desembocadura en el Miño de los ríos Lama y Eviande, en el municipio de Chantada. Este inexpugnable promontorio se puede observar cuando el nivel de agua del embalse lo permite e incluso se puede visitar cuando las aguas están por debajo del 25% de su capacidad.

El emplazamiento de Castro Candaz resulta, cuanto menos, curioso. Está situado en una zona con visibilidad muy limitada y bastante alejado de cualquier núcleo de población. Quién sabe el motivo por los cuales los antiguos habitantes de Galicia eligieron esta ubicación para la construcción de un poblado castreño. El promontorio tiene forma de monte cónico y está rodeado por agua por tres de sus lados. Solo uno de ellos estaba unido a tierra, lo que lo convertía en inexpugnable.

Su estructura dispone de un foso que desciende hasta una zona en la que posiblemente existió un puerto fluvial en un Miño navegable hace siglos. La fortaleza consta de dos grandes zonas: un gran patio principal al que se accede por una rampa y tras él otra zona más alta mejor preservada como fortificación, en la que se puede ver una impresionante muralla alrededor de los cimientos de una torre de la que no conocemos su antigüedad pero que se antoja milenaria.

Las crónicas nos cuentan que el fundador de Castro Candaz como fortaleza fue un cónsul romano afincado en Lugo, Lucio Cambero, que decidió construir sobre los restos del castro una fortificación típicamente romana, en un lugar que parecía totalmente inexpugnable y que sería la cabeza de todos los asentamientos romanos de la región.

Y cumplió su papel con creces. O al menos eso es lo que nos cuenta una de sus leyendas.

Durante una de las legendarias oleadas vikingas que asolaron Galicia, Castro Candaz fue la única fortaleza atacada que resistió sus ataques. La horda normanda había arrasado Chantada, obligando a los nobles y al pueblo a refugiarse en el enclave fortificado del Miño, que en aquella época pertenecía a la noble familia de los Erice. Allí, soldados y familias resistieron heroicamente el asedio hasta que un día Ramiro I, el rey de Asturias y Galicia llegó con sus tropas en socorro de los sitiados, venciendo a los invasores en una mítica batalla en un lugar cercano que hoy en día se conoce como Camporramiro.

La leyenda cuenta también que desde Castro Candaz el rey dirigió todas las operaciones destinadas a expulsar a las hordas vikingas del reino.

La gran pregunta es, ¿sabemos si esta legendaria historia es cierta? No lo sabemos, tan solo tenemos indicios e hipótesis. La mayoría de las fortificaciones de la época estaban pensadas para guarniciones pequeñas, pero Castro Candaz disponía de un patio previo enorme, algo nunca visto en los castillos gallegos, en el que se podrían haber resguardado de los enemigos muchas personas, lo que nos podría hacer pensar que la historia de la resistencia contra los vikingos podría haber sido posible, acercándose más a la realidad que a la leyenda.

La fortaleza de Castro Candaz sería destruida durante las Revueltas Irmandiñas y reconstruida posteriormente por la familia Taboada, como parece indicar la carta que enviaron en 1474 al obispo de Lugo pidiendo permiso para construir allí una ermita en la que poder ir a misa sin alejarse de su fortificación.

Y como buen lugar legendario, su historia está llena de leyendas ancestrales. Algunas de ellas cuentan que en su interior se esconden fabulosos tesoros a los que se puede acceder mediante dos entradas subterráneas que en la actualidad se encuentran ocultas bajo las aguas del Miño.

Sean ciertas o no las leyendas, los mitos y las historias, la realidad es que este lugar fue un centro simbólico de poder, además del corazón de la soberanía de la Ribeira Sacra. Y algo mágico debe de haber, porque solo con admirar cómo emerge de las profundidades de Belesar es en sí mismo un tesoro y un espectáculo que ya merece la pena ver.

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