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Pulpo a feira

Diego Arias fue un valiente soldado y antiguo capitán de la reina doña Urraca, que había tomado parte en las principales guerras de aquellos tiempos. En 1112, cansado de tantas batallas se retiró recibiendo de la reina como agradecimiento la Villa y Coto de Marín "por los buenos servicios prestados a la Corona".

Allí transcurrió la mayor parte de su vida, como dueño y señor, hasta que falleció su esposa. Al quedarse solo en el mundo Don Diego pone la mirada en el monasterio de Oseira -cuyas soledades invitaban a los que buscaban sosiego y calma y a donde acude deseoso de ser monje. Y así es como en 1150 Diego Arias profesa en la Orden del Cister renunciando a toda posesión y a sus bienes materiales a favor del monasterio que le acogía. La donación se completa eximiendo de portazgo en todo el reino las mercancías del monasterio de Oseira, con lo cual desde Marín llegarían al cenobio con ciertas facilidades pescados y otros bienes.

De este modo y desde entonces los monjes de Oseira empezaron a ser dueños del coto de Marín y demás posesiones. "Y con estos principios comenzó una presencia de Oseira en Marín conformando el Priorato con residencia permanente de monjes que administraban pesquerías y cobraban diezmos y rentas.

Los primeros documentos que nombran el pulpo como parte del pago que los aparceros del priorato de Marín hacían al convento de Oseira aparecen en la segunda mitad del siglo XV.

Tanto pulpo había, y tan barato, que el monasterio empezó a recibir mucho más del que podía consumir. No está claro cómo ni cuándo, pero el hecho es que ese excedente pasó a los pueblos de alrededor, de tal forma que, en 1752 en la aldea de Arcos, en el camino entre el monasterio y O Carballiño, había ya varios traficantes y comerciantes de aceite y pescado. Y donde pone pescado hay que leer pulpo.

Arcos sigue siendo hoy la aldea de origen de buena parte de las pulpeiras -porque es un oficio esencialmente femenino- de O Carballiño que es, a su vez, una de las capitales del pulpo gallego. Llevan al menos 300 años comerciando con aceite y con pulpo, así que tenemos la materia prima para que nazca el plato. Sólo nos falta el pimentón. Y la feria.

Desde la primera reseña histórica que data del siglo XIII cuando Oseira obtiene del Rey Sancho IV el privilegio por el que concede una feria mensual, En dicho catastro se catalogan como panaderos gran parte de los vecinos de Cea, reseñándose también los hornos que ya por aquel entonces sumaban doce. Se celebraba la feria mensual, donde había gente de aquí de allá y el pimentón que traían los arrieros. No sabemos quién sería el primero, pero la estrategia, que hoy llamaríamos marketing, fue brillante: tenemos la feria, tenemos el pulpo como producto local y tenemos el aceite y el pimentón que queremos vender. El resultado es un plato sencillo pero que tiene toda la lógica histórica, un plato que es un punto de encuentro de culturas y productos, que resulta fácil de preparar y que, además, es sabroso. Y, por si con esto no hubiera suficiente, tenemos un pan con siglos de historia, de miga densa, perfecta para mojar en el aceite del plato hasta dejarlo seco.

Piénsalo la próxima vez que pidas una de pulpo á feira.


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